Desde siglos pasados, la sexualidad ha sido representada por diferentes personajes mitológicos como Afrodita, diosa griega del amor, popular sobre todo entre las mujeres en una sociedad patriarcal donde eran definidas –particularmente en relación sexual– con los hombres.
Las reinas del mundo helenístico (S. III-I a. C.), se asociaron frecuentemente a ella dentro de un papel que resaltaba su carácter de reproductoras dinásticas y benefactoras de la comunidad, presentando el amor conyugal entre el rey y la reina como garantía de la sucesión legítima y de la prosperidad del pueblo. Esta asociación simbolizaba y enfatizaba el propio poder de las reinas en el plano público. Es precisamente esta propaganda en la que el rol sexual femenino se conjugaría por largos años.
Desde principios de siglo las tendencias sociales para liberar el sexo ya existían a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, pero sería en los sesenta con el descubrimiento de la píldora anticonceptiva y los dispositivos intrauterinos, que se observarían los verdaderos efectos sexuales de este profundo cambio de costumbres, que representa la más importante revolución del siglo anterior.
La liberación sexual tuvo sus primeras manifestaciones en los Estados Unidos, pero poco a poco extendió su influencia al mundo. Al mismo tiempo, surgía el movimiento hippie -integrado principalmente por jóvenes pacíficos que luchaban contra las injusticias sociales y abrazaban la idea del amor libre- rompiendo con la estructura impuesta por la familia y la sociedad. La lucha por la libertad sexual se fundamentó en el lema “Haz el amor, no la guerra” y el sexo dejó de ser un acto exclusivo para el matrimonio consumado, así nació la idea de un sexo libre, tanto para hombres como para mujeres.
La sexualidad dejaría de ser un tabú y la virginidad se rechazaría por ser un mito. Las transformaciones culturales, descubrimientos científicos y médicos, fueron el gran empujón para la Revolución Sexual femenina que daría pauta a las mujeres para decidir sobre sus cuerpos; y por primera vez, elegir sobre la maternidad y sobre la decisión de formarse profesional y académicamente en lugar de sólo dedicarse a tener hijos.
Con el tiempo, los tabúes se fueron disipando, el feminismo floreció en lo que a sexualidad se refiere, logrando ganar terreno en la igualdad con el hombre. Es así como las mujeres comienzan a adquirir los mismos derechos y a ver el sexo como fuente de placer. Ya no es cuestión de ser simples procreadoras, sino que también se permiten gozar.
Aunque todavía existe mucha resistencia al libre sexo de la mujer, cada día son más los que entienden el proceso. Ya no se trata de “buenas mujeres” vs “mujeres libertinas”, y el hecho de ser linchadas por “pecadoras” y cualquier cosa más que quisieran usar para juzgarla.
Es así como también a lo largo de los años, la denuncia de la represión sexual ha dado paso paulatino a los llamados a reconocer la diversidad de prácticas e identidades sexuales. Los movimientos feministas impulsaron en gran medida estas luchas y ayudaron especialmente a hacer avanzar estas cuestiones en el plano legal.
Todavía queda mucho para garantizar las libertades sexuales de las y los jóvenes, las y los ancianos y las personas discapacitadas; así como la plena ciudadanía de las personas homosexuales, transgénero, bisexuales; entre otras y otros. Necesitamos continuar impulsando programas de educación sexual destinados a abordar la sexualidad de manera responsable. Aunque la homosexualidad y las relaciones no conyugales han tenido más libertades en la última década, siguen estando por otra parte prohibidas y sujetas a una feroz represión y ostracismo. La lucha por la liberación sexual continúa hoy, ya sea por derechos sexuales o salud sexual y reproductiva.
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