LA IRA DE DIOS CONTRA EL SEXO

DE MOISES A MALUMA, LOS TIEMPOS CAMBIAN…

La verdadera brecha civilizatoria (que digo brecha, ¡trinchera!) entre el judeocristianismo y el Islam, está en la monogamia que practicamos nosotros en contra la poligamia que practican ellos. Es decir, el sexo que despierta la ira de Jehová.

Mientras la mayoría de las especies mamíferas (caballos, alces, elefantes marinos, etc.) practican el orden biológico del “macho dominante” (con su harem y los demás machos compitiéndole y robándole hembras) de alguna forma Jehová, tal vez comprendió a partir de esto que su pueblo debía evitar enfermedades genéticas tal como es la hemofilia (¿de qué le sirve un soldado hemofílico en el campo de batalla?) por lo que dispuso que todos los masculinos deberían tener la posibilidad de aparearse a través de la monogamia decretada en el séptimo mandamiento: “No cometerás adulterio”; aunque también está encontrada en el décimo “No desearás a la mujer de tu prójimo”.

Si alguna vez hubo paz en el Medio Oriente, esta disposición garantiza que nunca volverá. Se trata de un acuerdo eminentemente social y cultural bastante moderno (unos cinco mil años) a pesar del cual pervive en todos los humanos el instinto polígamo. El hombre con corazón de condominio sin remordimiento y la colaboración femenina en equipo tipo harem son huellas de ese orden biológico practicado por la especie desde hace cientos de miles de años.

Mientras en el Islam el hombre puede tener tantas esposas como le sea posible económicamente, en la civilización occidental aumentan las tasas de divorcio (a dos dígitos porcentuales actualmente) y la primera causa sigue siendo… la infidelidad por ambas partes.

Ante el panorama actual y normal de tantos divorciados (de 40 a 60 años) las nuevas generaciones se defienden de caer en la ira de sentirse moralmente traicionados, predisponiéndose a crear muchas reglas autoimpuestas que persiguen evitar la traumática experiencia de sus padres y que muchas veces llegó a violencia intrafamiliar.

Entre millennials (30’s) hay matrimonios rotos que siguen viviendo juntos, bajo un amplio margen de tolerancia y aceptación de la situación, si es que dejó de ser amistosa, con tal de no alterarse frente a los hijos. “¿Para qué dejo que se vaya su padre y luego se desentienda peor? Además ellos lo extrañan y tienen derecho a verlo, aunque no me de dinero. Eso de negar a los hijos por dinero me quitó a un padre y yo no quiero que mis hijos sufran lo mismo”. Son algunos de los argumentos.

En las generaciones de jóvenes casados que apenas rebasan los 20 años de edad, la canción de Maluma (felices los 4) dejó de ser una propuesta para ser realidad. Su margen de tolerancia pretende ser mucho mayor, incluso ante la aparición súbita de otras preferencias sexuales. Todo sea por proteger a los niños del trauma que conlleva la violencia. “Mi esposo sabe que cuando yo salgo puedo llegar a la hora que sea y me puedo besar con quien yo quiera; él también puede hacerlo y por mí no hay bronca”.

Control de la furia moral para buscar nuevas formas de felicidad y el sexo siempre detrás, satisfecho. Porque la ira de Dios ya no funciona igual.

Comparte