El 16 de junio de 1952, un equipo de arqueólogos encabezado por Alberto Ruz Lhuillier logró acceder a la cámara secreta del Templo de las Inscripciones de Palenque, Chiapas, para uno de los descubrimientos más importantes de la ancestral cultura maya.
Cubierto por toneladas de piedra caliza, en el corazón mismo de la pirámide de 23 metros de altura, el arqueólogo Lhuillier Ruz descubriría una losa triangular que impedía el acceso a un estrecho pasadizo que conducía directamente a la cripta donde encontraría en reposo final a K’inich Janaab’ Pakal. Se hallaba bajo una pesada lápida de cinco toneladas decorada con glifos y en la parte superior, un asombroso altorrelieve representando el viaje de este Rey Dios desde el inframundo hasta el cielo.
Por supuesto, el hallazgo fue muy comentado y celebrado por la comunidad científica internacional. Sin embargo, ahí comenzaría a escribirse la legendaria polémica que pone en duda la finalidad de esta tumba y de las inscripciones encontradas ahí.
La primera de ellas apunta a lo extraño que resultó para los arqueólogos el hecho de que los mayas no tenían como costumbre construir pirámides con fines funerarios -a diferencia de los antiguos egipcios- y que el conjunto de edificaciones de Palenque hubieran sido el centro de una importante ciudad que albergó a miles de habitantes. Sin embargo ¿Dónde quedaron los vestigios de tal civilización? ¿Dónde vivirían Pakal y toda la realeza?
Hasta la fecha, esta pregunta sigue sin respuesta.
Pero el tema que más controversia causa, con teorías que van desde lo científico hasta lo esotérico, es el simbolismo de las inscripciones en la lápida. Pues mientras algunos afirman que corresponden a un altar mortuorio en donde se representa el tránsito de Pakal por los tres mundos mayas, el Ka’an o cielo, el Kab o tierra y el Xibalbá o inframundo; otros apuntan a una teoría de alienígenas ancestrales argumentando que Pakal está sentado en lo que parece ser una nave espacial, que sus manos están sobre el tablero de control, que junto a su nariz se puede observar un artefacto que probablemente sea un micrófono o algo que le ayude a respirar en el espacio, y que debajo de Pakal se puede observar una turbina de donde sale fuego.
A 70 años del descubrimiento de la enigmática tumba, la teoría esotérica ha venido cobrando fuerza a tal grado que ahora se reconoce a Pakal como “el rey maya astronauta”.
Grandes investigadores como Erich von Daniken, Charles Berlitzn o el científico y novelista ruso Alexander Kazantev -quien construyó un modelo de cohete espacial basado en el altorrelieve- aseguran que Pakal tenía orígenes extraterrestres y podía viajar a través del tiempo y el espacio.
Lo cierto es que el enigmático “astronauta maya” se une a otros personajes de la mitología y la religión que han sido catalogados como extraterrestres. Wiracocha, Buda, Quetzalcóatl, Akenatón, Moisés o Jesús de Nazaret; que se afirma vinieron del cielo a impartir su sabiduría, y eran extraterrestres con una misión cósmica.
Pero más allá de las teorías conspirativas alienígenas, una reciente investigación de los restos óseos del rey maya han demostrado que ni su morfología, ni su huella genética corresponden a las características de la población maya de su época. Pues se calcula que el rey astronauta era mucho más alto, incluso, que la población peninsular de nuestros tiempos, que la forma de cráneo era completamente distinta y que no tenía en su dentadura las incrustaciones de piedras preciosas que corresponden a un rey Maya.
La teoría de los alienígenas ancestrales se ha convertido en tendencia estas últimas semanas debido a las declaraciones del gobierno de los Estados Unidos en relación a la presencia ya aceptada -pero no confirmada- de OVNIS, que por supuesto, son tripulados por entes extraterrestres.
Quizá en alguno de ellos podría venir de regreso el mismísimo rey Pakal con destino a Palenque. ¿Dios, rey, viajero del tiempo o alienígena? Algún día conoceremos la irrefutable verdad… mientras tanto ¿tú qué opinas?