Si eres de los que una maleta de diez kilos no les parece suficiente para ir de viaje en avión, te tengo una mala noticia: no podrás viajar al Universo.
Una cámara fotográfica y siete discos compactos de ópera fueron todo el equipaje con que Dennis Tito cargó para viajar al Universo el 28 de abril de 2001. La nave que lo llevaría a ver más de cerca las estrellas era la Soyuz TM-32. El boleto (no se aclara si con TUA incluido), viaje redondo (¡faltaba más!), tuvo un costo de veinte millones de dólares. Dennis, ese día, se convirtió en el primer turista espacial de la historia.
Dennis Tito nació el 8 de agosto de 1940 en Queens, Nueva York, en una familia de migrantes italianos. Su padre era empleado de una imprenta; su madre, costurera. Desde que cursó la educación básica destacó como un joven estudioso. A los 22 años se graduó en ingeniería astronáutica y aeronáutica por la Universidad de Nueva York. A los 24 completó su maestría en ingeniería científica en el Rensselaer Polytechnic Institute, lo cual le permitió cumplir uno de sus sueños: trabajar en la NASA (Pasadena) durante cinco años; en ese periodo se dio cuenta de que ser elegido como astronauta sería casi imposible. Así que tomó una pluma y redactó su renuncia.
Tomó las maletas, retornó a Nueva York y de poner tornillos en los cohetes pasó a ser asesor de finanzas en Wall Street. En 1970 fundó Wilshire Associates, un fondo de inversiones que no sólo le pondría su primer millón en el bolsillo, sino que treinta años después lo convertiría en un multimillonario que podía pagarle a la RKA (Agencia Espacial Federal Rusa) el pasaje que lo llevaría por fin a la Estación Espacial Internacional (EEI) durante una semana, aquel 28 de abril. El American Dream había triunfado una vez más.
Después de Dennis vinieron seis turistas espaciales más que hicieron su reserva con la RKA para que los llevaran a la EEI, pero tal pareciera que llegó la temporada alta porque los viajes costaron entonces el doble: 40 millones de dólares.
En paralelo a la potencia rusa, la industria aeronáutica privada desarrolló aviones espaciales con los que se viajó apenas por encima de la línea de Kármán, que es el límite donde termina la atmósfera terrestre y comienza el espacio, y que está a cien kilómetros de altitud sobre la superficie terrestre. El 4 de octubre de 2004, el SpaceShipOne se convirtió en el primer vehículo espacial tripulado, financiado con capital privado que sobrepasaba aquella frontera, al situarse a 112 kilómetros de altura; es decir, apenas doce kilómetros por arriba de la Línea de Kármán. Sólo podían viajar dos personas además del piloto, y cada una tenía que desembolsar 700 mil dólares.
Esas dos empresas inspiraron a Richard Brandson, multimillonario inglés que fundó Virgin Galactic, cuya nave SpaceShipTwo ya realizó su primer viaje, pero no rebasó la Línea de Kármán. Aún así, para los siguientes viajes ya vendieron 600 boletos con un costo de entre 200 y 250 mil dólares cada uno. Debido al éxito, la segunda tanda de tickets saldrá a un precio de 450 mil dólares.
Después de Virgin Galactic, la nave que zarpó con fines estrictamente turísticos fue la New Shepard, propiedad de Jeff Bezos (dueño de Amazon). Fueron sólo cuatro pasajeros, y uno de esos asientos salió en subasta. El postulante ganador tuvo que hacer una transferencia de 28 millones de dólares.
En esta nueva industria del entretenimiento que, tal parece, ya no habrá quien la detenga, entró a jugar Elon Musk con su empresa Space X, en asociación con Axiom Space Inc., también conocido como Axiom. A diferencia de las dos anteriores, el itinerario de su nave Falcon 9, que en su interior llevó sólo cuatro butacas, fueron ocupadas por astronautas y partió el 8 de abril de 2022 rumbo a la EEI. Estuvieron en el espacio durante ocho días. El plan de Musk es que en el futuro esos lugares se venderán en 55 millones de dólares (¿a meses sin intereses?) y pasarán una semana en el espacio.
¿Cuál es el objetivo de viajar al espacio como turista?, nos preguntamos la mayoría de los humanos. Tal vez gozar de la vista de la redondez y el azul de nuestro planeta. Lo que sí es una certeza es el hecho de que, si a algo se le puede poner precio entonces es alcanzable. Aquí vemos el inicio de una industria multimillonaria de turismo espacial y derivados.