Desde tiempos ancestrales, el género femenino ha sido relacionado con la naturaleza -nuestra madre original- y en la actualidad es un hecho que las mujeres contribuimos enormemente al bienestar y el desarrollo sostenible de la comunidad, así como al mantenimiento de los ecosistemas, la diversidad biológica y los recursos naturales del planeta.
De acuerdo a Susan Logsdon-Conradsen y la antropóloga Sarah Allred, del Berry College en Estados Unidos, otra conexión que tienen las mujeres con la naturaleza es la existencia de un “activismo medioambiental materno”, basado en la suposición de que el instinto maternal se extiende al deseo de proteger y preservar al medio ambiente, y mantenerlo para la descendencia.
En este sentido, Rachel Carson sentó las bases del ecologismo, abriendo paso a las mujeres en el estudio de esta ciencia y ayudó a crear una conciencia mundial sobre los efectos de la acción humana en el medio ambiente. Inspirada por su madre quien le heredó su amor por la naturaleza, especialmente por la biología marina, Carson se convirtió en una de las primeras personas en forjar una posición sobre las prácticas industriales que deterioran el medio ambiente e impulsó un cambio en la política nacional sobre el uso de pesticidas; por lo que se prohibió a nivel nacional el uso del DDT y otros. Su sobresaliente trabajo fue tal, que inspiró un movimiento ambiental que llevó a la creación de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos.
Por otra parte, Theo Colborn es un gran ejemplo de que nunca es demasiado tarde para iniciar un movimiento; ya que a sus casi sesenta años, comenzó una carrera de investigadora en medio ambiente y creó el concepto de disruptores endocrinos, el cual sugiere que estos son contaminantes que interfieren en nuestro sistema hormonal. Colborn decía que los productos y servicios que todos usamos, y de los que dependemos continuamente, son los responsables de ocasionar que no haya una solución definitiva al uso de sustancias contaminantes y químicos que a su vez, causan problemas endocrinos. En el 2003 fundó y fue presidenta emérita de la ONG The Endocrine Disruption Exchange mediante la cual difundió arduamente los riesgos químicos del fracking.
También la primera mujer africana en ganar un premio Nobel de la Paz en 2004 fue Wangari Maathai. Ella se encargó de plantar más de un millón de árboles en un intento por detener la desertización en el África Central y fundó el Movimiento Cinturón Verde, por el que obtuvo el Premio al Sustento Bien Ganado en 1986.
Otra de las mujeres importantes en la ecología es Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera, profesora y activista ecofeminista; que promueve la voluntad transformadora del feminismo y del ecologismo para alcanzar un mundo más justo, equitativo, saludable y libre de las actitudes opresoras y patriarcales que recaen tanto sobre las mujeres como en la naturaleza. Es una de las investigadoras más influyentes en este ámbito ecofeminista y ecosocialista a nivel europeo y mundial.
Finalmente, encontramos a la orgullosamente mexicana, Julia Carabias, bióloga, ambientalista, funcionaria pública e investigadora que ha dedicado su vida a la lucha por la preservación de los recursos naturales. Su trabajo le ha valido importantes premios como el Getty otorgado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el Cosmos, el Campeones de la Tierra del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y el aclamado Alexander Von Humboldt.
Estos son sólo algunos de los nombres de las tantas mujeres que han dado y preservado vida a través de su labor y amor por la naturaleza.