MADRE DEL ORIGEN Y EL FIN

ÚTERO DE TIERRA Y LETRAS

Trinos y gorjeos alfombran el ocaso del atardecer, la brisa levanta el polvo medular del tiempo y la tristeza encinta sobre nubes como ósculo de vida al natural, es el canto de la noche al despertar… la semilla es fértil por la tierra, más los frutos del terreno son del cielo: la madre es el símbolo de todo ser supremo. 

Al caminar por llanos arremolinados de vegetación, el hombre ha encontrado una noción cambiante de su medio. Los panoramas que reflejaban la majestuosidad de la tierra, hoy se opacan por los rascacielos urbanistas. Mientras la espera eterna del regreso celestial planteó una forma de vivir, el hombre tiende al mal, arrancar y destruir. 

Irrefrenable ha sido nuestro acaparamiento de recursos sobre el medio, condenando a la escasez y a la carencia. Mientras en el planeta de Arrakis -en Dune, de Frank Herbert- el agua es el recurso más sagrado; en la Tierra dejamos que los pozos se contaminen de mercado y capital, esperando que el espectáculo natural trascienda todo mal y la continuidad persista. 

Las falsas construcciones de feminidad frágil, reflejan la impotencia del hombre por querer abarcar la omnipresencia de la madre. Sólo cuando el hombre se reduce a padre, sus aires impetuosos de soberbia se aclimatan, pues en el fondo, todos guardamos una perpetua necesidad materna de cariño, y es por el mismo motivo, que el hombre se ha encargado de machacar la prueba viva de su fe en la naturaleza. 

Mediante la literatura se han forjado los sentimientos más dóciles del hombre y se ha creado una cultura maestra del romance hacia las representaciones de la naturaleza. Son muchas las corrientes que han buscado exaltar los aspectos “inamovibles” del medio, mediante la descripción y exaltación de sus paisajes; pero en particular nos interesa describir el proceso de creación literaria en Hispanoamérica, puesto que creemos que el sentimiento de apego a la madre tierra nace gestado de la exclusión y represión de las colonias latinas.

La literatura hispanoamericana busca su identidad a través de un romanticismo ciertamente realista y que logre exaltar las cualidades del espacio natural como medio inmaculado de subsistencia. Partimos desde el temprano nacionalismo del autor Jorge Isaacs en su novela María, para familiarizarnos con las afrodisíacas descripciones del paisaje; así como sus desgarradoras confesiones amorosas. Se piensa que el autor nacido en el Cali de 1837, inspiró su obra en la influencia de Chateaubriand como el primer gran romántico y en Walter Scott con sus obras Ivanhoe y La dama del Lago.

Sincrónicos al nacionalismo literario de mediados de siglo XIX, surgen los defensores políticos de la tierra, en forma de poetas. Esposo de la “Benemérita Madre de la Patria” -Leona Vicario-, Andrés Quintana Roo, expresa en sus obras el fervor nacionalista de su lucha; a su vez que José Martí logra consolidarse como un símbolo de la independencia por medio de su acto y verso. 

Gestados como la generación que precede a los revolucionarios e independentistas, nacen los escritores ávidos de un sentimentalismo profundo. Tal es el arraigo por ejemplo de Rulfo, en su expresa ruralidad literaria: Nos han dado la Tierra y El llano en llamas. 

A manera de reflexión y homenaje a la  “Pachamama” (“Pacha” —del quechua: espacio-tiempo—que significa universo, mundo o  lugar; y de “Mama” o madre), les  comparto un fragmento del poema escrito por Fredy Chikangana, quien  lucha por la conservación de las memorias ancestrales y la Madre Tierra a través de la poesía de raíces indígenas:

La tierra

La tierra es el comienzo de la alegría y el llanto;

en ella vive la placenta roja

convertida en piedra negra,

en ella están los rituales de seres subterráneos

que amarran nuestra sangre

con las lianas del tiempo.

En esa tierra

está la pluma del tucán

que guarda el colorido de la vida,

está el agua libre e inquieta,

el aroma y el sabor de todas las hierbas

que nos llevan al cielo y al infierno,

estamos tú y yo

con la fuerza de los sueños…

Comparte