Desde tiempos remotos, el papel de la mujer ha sido diverso. Unos las tachan de culpables, infieles, traicioneras y otros de heroínas, castas y ejemplares. ¿Qué nos dice la Historia? La primera mujer que dejó registro registro en la Historia de la humanidad es Eva, y es a ella a quien culpan de ser la causa de la “perdición” del hombre hasta nuestros días, de acuerdo a los marcos de la mismísima Literatura, Historia, Mitología, Religión, Ciencia y hasta el Derecho.
En sí, las mujeres han sido objeto de un tratamiento misógino en las letras de la historia, sobre todo si de sexualidad hablamos, pues esta siempre ha estado sujeta a determinados contextos de dominaciones culturales: en este caso, la dominación masculina o mejor conocido como el patriarcado.
Bajo este entorno es como entendemos a personajes como Cleopatra, ensombrecida por el estigma de haber sido la culpable de la “perdición” del gran emperador romano Julio César, por su conocida infidelidad. Y es que a muy pocos historiadores les interesa recalcar cuántas veces y de qué maneras el gran estratega pudo haber sido infiel a su esposa; eso no es de relevancia, pero lo que pareciera que si lo es, es contar la historia de una Cleopatra no muy celebrada por sus trascendentales eventos en su gobierno; es decir, no se construye desde la visión de la Historia en la imagen de una gran mujer líder de Egipto, sino desde la de “provocadora del caos, la seducción, la lujuria infiel”. Esta ha sido la imagen fundamental que ha llegado hasta la contemporaneidad de ella.
Helena de Troya por otro lado, es la “mujer fatal, adúltera” y la culpable de iniciar la guerra desastrosa. Es a ella a quien se le achaca la devastación de una gran cuidad, y de hacer caer a sus héroes “masculinos”, por su “terrible infidelidad” cometida contra Menelao, el rey de Esparta, para luego “fugarse” con el apuesto príncipe troyano Paris, pero de lo que no se habla mucho es de las acciones de los héroes vencedores de la guerra que se adjudicaban cual botín, un sinnúmero de bellas esclavas que comenzaban a alternar con sus esposas legítimas. Entonces, ¿ante qué panorama estamos? ¿la traición, la incongruencia? Nadie les pidió a Helena o a Cleopatra que contaran su versión de la historia, pero la historia, nos la ha contado por ellas.
Por supuesto, la Historia mexicana no se queda atrás. Tenemos a la culpable Malinche. Todos sabemos la historia contada en los libros de texto: que pese a su sangre indígena fue ella quien preferiría en el amor y en la batalla al español Hernán Cortés y que gracias a su traición, -de ahí la popular referencia a la palabra “malinchismo”-, él podría conquistó territorio mexicano.
Sin embargo, pocos destacan que “Doña Marina”, era una mujer inteligente y culta, hablante de maya yucateco, maya chontal, náhuatl, posiblemente totonaca y español. Una asesora intercultural dotada de un formidable talento diplomático, pero tampoco se destaca significativamente, que sería Cortés quien posteriormente la traicionaría.
¿Por qué se le juzga más a la mujer por el papel de culpable o de infiel? El significado de infidelidad solo se entiende revisando las concepciones que tiene cada género acerca del matrimonio y del amor, es decir, es una construcción sociocultural y personal.
Lo cierto es que todos tenemos roles en nuestra propia naturaleza de culpables o víctimas. No debería tratarse de señalar más o menos el rol de las mujeres no castas o traidoras, ni de señalar más o menos a los hombres infieles o villanos. Se trata de contar la versión más justa de los hechos, rescatando lo que nos deja en sí la propia Historia. Después de todo, quien esté libre de pecado, que aviente la primera piedra.