Cada que algún locutor en la radio o conductor en la televisión dice algo como “volvieron las botas altas y las camisas estampadas”; yo me digo: “¿Volvieron?… Realmente nunca se han ido”. He usado sacos de solapa ancha, delgada, de dos, tres botones; camisas lisas, estampadas, a rayas; de cuello grande, pequeño, Mao; corbatas anchas, delgadas, largas, cortas; pantalones aguados, ajustados, acampanados… ¡Lo he usado todo! En los 70, los 80 y los 90… ¡Lo he vivido todo!… Entonces, con esa autosuficiencia de saberlo todo, me sale lo postmoderno.
Y es que los que estamos despuesito de los Baby Boomers, antes de los X, debiéramos ser llamados pusmodernos. Por alguna razón todo lo vivimos y nos lo pusimos y cuando creímos que nunca volvería algo, llegó la onda retro y con mucha sorna nos lo volvimos a poner.
Cuando alguien de otra generación se disfraza de nuestra infancia o juventud, y muy seguros bailan Disco como si fuera quebradita, nosotros los pusmodernos, esbozamos una imperceptible sonrisita como la del gato que se comió al ratón.
Pero lo que ellos no saben es que detrás de esa burla hay una ironía dolida por las decepciones… Nos tocó ver llegar las innovaciones más sonadas, para que no cambiara nada. También llegaron las libertades más anheladas, que al final no sirvieron para castigar a los culpables. Por fin vimos triunfar las ideologías más esperanzadoras, solo para verlas fracasar ante la libertad de los mercados. Esos autoritarismos que creímos referentes inamovibles, dieron paso a una impunidad que les dio el poder legitimado.
También hay diversión en la pusmodernidad y es precisamente compartir las mismas referencias de todas esas décadas. Las caricaturas de nuestros hijos, nos dedicaron chistes exclusivos que dejan a las criaturas boquiabiertas, como en Shrek, Toy Story y hasta los minions, y no se diga Los Simpson, símbolos de la postmodernidad que cultiva a las nuevas generaciones picándoles la curiosidad.
Claro que estamos convencidos de que el rock fue el último movimiento auténtico y honesto de la música, y el Rock en tu Idioma, no se diga… ¡Qué orgullo haberlo vivido!… Y qué lástima sentimos por las criaturas que hoy sólo tienen reguetón (así como suena de gacho así se escribe) y música de banda que en nuestros tiempos era regional mexicana. ¿Qué nos van a enseñar a nosotros? ¿Verdad que somos inaguantables?
Si algo nos deben al cinismo de los pusmodernos es el Standup, esa rutina de autobulling (carrilla) que afortunadamente ha ido dejando atrás a todos los que dizque han triunfado en ella, porque los que vienen siempre son más cínicos y menos cómicos. Prácticamente los mejores hoy tienen cara de muertos y hablan como quejándose, sin reír. De hecho, todo pusmoderno es un estandopero en potencia, que sale a escena cada que bebemos de más y si provocamos risas, es como el aplauso que purifica nuestra alma.
El cinismo para mí terminó cuando fui a un lugar que se preciaba de tocar solo Rock. Harto de lo que suena por todos lados fuimos varios pusmodernos y la sorpresa fue hallar a grupos que tocaban a la perfección aquel repertorio; clásicos tanto en inglés como en español. Ahí había chamacos veinteañeros indumentados y tocando como mis ídolos, creyéndose ellos, o yo… Y entonces ya no me gustó… Esas letras y su significado no les pertenecen; ellos deben de buscar lo que les ofrezca su tiempo y sus propios gustos… Sus ídolos nada tienen que ver con los míos, pero lo mejor es que busquen ser ellos mismos.
Además, seguir de pusmoderno es permanecer estacionado en el pasado, no aceptando el presente, tachándolo siempre de inferior y viéndolo por encima del hombro… ¡Y así hablan los ancianos!