“Una detonación espantosa, inaudita, sobrehumana, de la que no hay estruendo alguno que pueda dar la más débil idea se produjo instantáneamente. Un haz inmenso de fuego salió de las entrañas de la tierra como de un cráter. El suelo se levantó y en un instante el proyectil partió hacia el espacio, hendiendo victoriosamente el aire en medio de inflamados vapores. La expedición partía hacia la Luna, y un planeta entero retuvo la respiración, mirando hacia el cielo, entre el asombro, el miedo y la esperanza…”
Con estas palabras, hace ya más de 150 años, el genial escritor Julio Verne narraba el lanzamiento de un enorme proyectil de aluminio disparado por un formidable cañón de novecientos pies de longitud, cuya misión era viajar a nuestro satélite natural, observarlo y regresar a la Tierra.
La obra literaria se llamó “De la Tierra a la Luna” y fue tan grande su éxito que el autor tuvo que publicar, 5 años más tarde, una segunda parte. Pero quizá lo más relevante de esta obra fue el impulso que le dio a la literatura de su tiempo, fusionando los conocimientos reales con la imaginación, y creando con ello el género de la ciencia ficción.
De hecho, y no es un tema fortuito, Verne profetizó muchos de las características de la misión Apolo 11, que hace más de medio siglo, llevo por primera vez a un hombre a la superficie lunar. Verne intuyó, 100 años después de publicar su relato, que los Estados Unidos tendrían la capacidad tecnológica necesaria para la expedición; señaló como sitio del lanzamiento la Florida; predijo que en la misión viajarían tres hombres en una cápsula que rompería con la gravedad terrestre y seria atraída por la gravedad lunar; calculó la velocidad de escape y la trayectoria elíptica alrededor del satélite e incluso señaló, con asombrosa exactitud, el sitio del Océano Atlántico en el que la misión acuatizaría al finalizar la proeza.
Esta obra literaria nace de la gran atracción que nuestro plateado satélite ha tenido sobre la humanidad desde el origen de los tiempos. Las primeras civilizaciones no dudaron en identificarla como una mágica y poderosa deidad femenina, cuyos nombres fueron, por ejemplo, Ixchel, para los mayas, Coyolxauhtli para los aztecas, Heng-o en la mitología china, Selene para los griegos, Astarté para los fenicios e Isis para los egipcios.
También se asocia a la Luna con una serie de historias y mitos que van de la licantropía a la hechicería, y del amor a la enfermedad mental, pues se tacha de “lunático” a quien padece de un “sortilegio de Luna” que lo enloquece.
El arte, en muchas de sus expresiones, da muestra de nuestro afán por llegar a la Luna. En la antigua Grecia el filósofo Plutarco imagina su superficie y habitantes; pero es en el siglo II cuando Luciano de Samósata escribe la primera obra que relata un viaje a la Luna como parte de una serie de escritos algo satíricos titulados “Historias Verdaderas”.
El tema de la conquista lunar ha sido por demás recurrente en la literatura y entre un sinnúmero de obras clásicas podemos mencionar la “Historia cómica o Viaje a la Luna” del francés Cyrano de Bergerac; el extraordinario viaje del barón Münchhausen a la Luna montado en una bala, del alemán Rudolf Erich Raspe, o “Los primeros hombres en la Luna” de H.G. Wells.
El cine ha sido también un espacio representativo de nuestra lunática pasión; y por ejemplo, en el amanecer del séptimo arte la película de Georges Méliès, Viaje a la Luna y la imagen del cohete que aterriza en el ojo del satélite con rostro humano, se han convertido en referentes por demás lunáticos de la cultura moderna.
El salto de la ficción a la realidad, y de una loca idea a un proyecto científico, se dio en el Siglo XX. El 20 de julio de 1969 , Neil Armstrong declaraba, al pisar la Luna, haber dado “un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. Sin embargo, y desde aquel entonces , el hombre no ha vuelto, aunque no falta quien asegura que China y Estados Unidos tienen bases militares secretas en el satélite.
Hace apenas unas cuantas semanas la NASA confirmó que se prepara ya una nueva misión hacia la Luna denominada Artemisa, y llevará como tripulante a una mujer. No cabe duda que los tiempos cambian, pero la Luna sigue ahí, observando cómo los locos, los enamorados y los poetas suspiramos bajo el influjo de un hechizo de plenilunio.