LA CASTAÑEDA, EL PALACIO DE LA LOCURA DE MIXCOAC

AUN SE ESCUCHAN GRITOS Y LAMENTOS EN ESTE SINIESTRO LUGAR

Sin lugar a dudas, todos estamos familiarizados con la palabra “manicomio”, y a  nivel mediático, las historias de estrellas  y  personalidades que han sido recluidas en “la casa de la risa”, como Britney Spears, Catherine Zeta-Jones o incluso María Antonieta de las Nieves “La Chilindrina”; son legendarias.  

Pues bien, el término “manicomio” sigue presente en la cultura  popular como sinónimo de los modernos Hospitales Psiquiátricos, pero no tiene nada que ver con la risa, sino más bien con los antiguos establecimientos donde aquellas personas que presentaban alguna conducta extraña, inusual o considerada peligrosa para ellos mismo o para la sociedad, eran internados en espacios habilitados para aislarlos y contenerlos, sin distinguir su tipo de enfermedad o aplicarles una terapia adecuada. 

El primer manicomio de la historia, se habilitó en la ciudad de Valencia, España, en el año de 1409; aún el uso de este tipo de establecimientos continuó hasta bien entrado el Siglo XX. 

En la Ciudad de México, y con motivo de la celebración del centenario de la Independencia, se inauguró uno de los más famosos, o más bien infames manicomios de los que  se tiene memoria histórica. El  primero de septiembre de 1910, con toda pompa y circunstancia, el presidente Porfirio Díaz inaugura  el manicomio general de “La Castañeda” con la idea de demostrar, como era la  consigna de la época, que México estaba  a la altura de las instituciones europeas en el tratamiento de enfermedades mentales; y este imponente edificio, cuya  arquitectura recordaba al hospital parisino de Charenton, lo reafirmaba.

En el  inmenso terreno de lo que fuera una gran  hacienda pulquera en la zona de Mixcoac, y por su buen clima que se suponía sería favorable para la salud de los pacientes, “La Castañeda” abrió sus puertas, y la crema y  nata de la  sociedad, vio por primera vez este sobrio edificio segmentado en 26 alas; entre cuyas amenidades y modernidades,  se  mostraban espacios como talleres, biblioteca áreas de juego y enfermería, una escuela  y  una sala de cine donde alguna vez los internos pudieron reír a sus anchas con los films de Charles Chaplin; lo cierto es que uno de los espacios más temidos y nada populares era la sala de electroterapia donde se aplicaba el brutal tratamiento de electroshock.

Pero para darnos una idea de quienes habitaban este siniestro lugar, hay que observar los diversos espacios en los que estaba dividida “La Castañeda”. En primer lugar, estaba el pabellón dedicado a los pacientes distinguidos, o sea aquellas personas que habían sido recluidos por sus familiares de alto status social, ya sea por sus vicios o incluso por sus “raras” preferencias sexuales; y hasta ahí llegaba el trato humanitario, pues los otros pabellones denominados de “pacientes peligrosos”, “de los epilépticos” y “de los imbéciles” o el “de pacientes infecciosos”, albergaban a delincuentes de amplia gama, enfermos con retraso mental, indígenas e indigentes, prostitutas  y pacientes contagiosos.

Durante más de medio siglo  “La Castañeda” se fue ganando a pulso una muy perturbadora fama. Era recurrente que algunos periodistas se aventuraran a ingresar a este recinto de locura, para dar cuenta de los horrores que ahí se verificaban. El hacinamiento, el maltrato y la nula higiene eran narrados como en una novela de terror. 

José Luis Cuevas, afamado y “algo loco”, artista plástico del  siglo XX, visitó recurrentemente las instalaciones de la Castañeda  para realizar una serie de dibujos donde mostraba a los pacientes recibiendo descargas eléctricas.

El fin de la Castañeda también tuvo tintes políticos, y en 1968, el infame año de las Olimpiadas y la masacre de Tlatelolco, el presidente Gustavo Diaz Ordaz, ordenó que se cerrara el manicomio y su edificio fuera derrumbado. 

De aquel lugar, también llamado “Las puertas del Infierno”, tan solo queda la fachada trasladada piedra por piedra hasta el poblado de Amecameca, en un edificio en donde algunas veces, y apoyado  por su tétrico pasado, se han filmado películas y videoclips. 

Sin embargo, la leyenda de La Castañeda sigue muy presente en la memoria colectiva, y los habitantes de Lomas de Plateros de Mixcoac, aseguran que en las noches de luna llena aún se escuchan los gritos, llantos y lamentos de los pacientes enloquecidos y sus almas en pena.

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