LOCURA LITERARIA: ELOGIO, DIARIO Y UN  ESCRIBIDOR

UNA NUTRITIVA SOPA DE LETRAS Y AUTORES

Todo bien necesita del mal para poder ser. Todo realismo necesita de lo fantástico para existir. Toda coherencia necesita de la demencia para poder crear; e incluso la creación requiere de la incredulidad.

A lo largo del tiempo ha quedado claro que una persona con una vida “normal”, no es más ni menos loca, que una persona con una vida disruptiva. Un claro ejemplo de esta contradicción, se presenta con el autor del Elogio a la Locura, Desiderius Erasmus Roterdamus. Pues se podría decir que, para la baja Edad Media, Erasmo llevó una vida muy común a su época: hijo de un sacerdote, estudiante letrado de la vida monástica, -aunque con tendencias negacionistas- y consagrado como teólogo en la Universidad de París. Lo que resalta de este personaje, es que, a pesar de haber crecido en un ámbito cristiano totalitario, no aceptó las pautas inculcadas al cien por ciento, y optó por profesar un catolicismo más adherido a su propia filosofía, lo que lo estableció como un vanguardista del Renacimiento europeo.

Su Elogio a la Locura, es un parámetro sin precedentes, pues por medio de la satirización de los elementos tradicionales de la vida, expone su pensamiento fundamental: la necesidad de la locura en primera instancia. 

Sin embargo, conforme la obra avanza, la locura se expone como un trastorno ambicioso e irascible del poder, mismo que atañe a casi todas las entidades religiosas y/o gubernamentales. Por lo cual, la obra de Erasmo, a pesar de ser una propuesta que hoy vemos como “normal”, en su tiempo fue una completa locura.

Siglos más tarde, llegaría la obra cumbre para entender a la locura como un proceso gestado en el abandono del raciocinio: Diario de un Loco, de Nikolai Gogol, es un cuento que exhibe la historia de un enfermo de amor por las frías calles de San Petesburgo. Un trabajador de la burguesía reinante se enamora de la hija de su patrón, y su destino será sucumbir a la pretensión de ser correspondido. Mediante cavilaciones idílicas, que surgen en la imaginación del personaje, su ilusión le hace escuchar a las mascotas revelar los secretos de su amada y hasta profesarse el nuevo rey de España. Su obsesión aumenta al punto de perder los estribos, confundir las fechas y despojarse de la aplastante realidad. Gogol, es considerado uno de los pioneros de la novela moderna rusa y es sin duda un gran referente para entender a la locura como un padecimiento de la mente y del corazón.

Por último, más cercano a nosotros, el novelista nobelista, Mario Vargas Llosa, logra crear una verdadera obra de arte que entremezcla varios géneros en uno solo. La Tía Julia y el Escribidor, es una delicia narrativa que transita desde el incandescente relato erótico, hasta la permutación del personaje secundario en el principal. A pesar de ser una novela escrita en primera persona con el narrador como personaje principal, es la construcción del personaje secundario, lo que hace de Pedro Camacho, el verdadero referente de esta obra. “Varguitas” es un joven estudiante de derecho que cae perdidamente enamorado de su tía divorciada y diez años mayor. Los cotejos sutiles y la experiencia del enamoramiento, hacen que disfrutemos y suframos, cada detalle. La particularidad de la obra es la dualidad de la narrativa en cada capítulo, pues mientras caemos rendidos en la seducción de la tía Julia, en el próximo capítulo somos víctimas del furor desenfrenado que tiene a todas las amas de casa, esclavas de las radionovelas de don Pedro Camacho.

La obra se desenvuelve hasta conocer de cerca la minuciosa elaboración de estas radionovelas, así como el extravagante perfil de Pedro. Poco a poco percibimos que las historias empiezan a necesitar de más extravagancia para seguir en la cumbre del ranking novelesco; lo cual orilla a Pedro a repetir historias con distintos personajes: una fatal resolución. Pues al ser tanta la necesidad de originalidad, el ídolo del Perú, termina por volverse loco y crear un caos indiscernible en sus obras. La fatalidad de verse perdido, acaba por destruirlo y convertirlo de un genio, a un completo don nadie.

La obra verdaderamente prolija del ex candidato a la presidencia peruana, es sin duda, un gran elogio a la locura más cercana del hombre moderno: la perfección de la destrucción.

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