LOS MUCHOS MEXICOS DE NUESTRA MUSICA

COMO EN UNA GRAN ORQUESTA, MEXICO SUENA A DISTINTOS SABORES

Adoptar una identidad es algo que todos los seres humanos realizamos pues, en nuestra agencia, elegimos qué nos representa y nos motiva. Es por ello que debemos llevarnos a comprender que identidad y cultura, son conceptos que se relacionan y entremezclan por los siglos de los siglos.

De este modo, es importante revisar que nuestra identidad musical, del México globalizado, comprende a géneros que se han ido acoplando a nuestro país a partir de la hibridación entre culturas. Esta musicalidad, trasciende géneros que van desde las composiciones tradicionales de los pueblos indígenas originarios, hasta aquellas que ya en la época colonial comenzaron a nacer del ingenio mestizo de los músicos de aquel entonces.

México, es un país que a lo largo de su historia ha vivido influenciado por otras culturas, lenguas y costumbres; y esta diversidad cultural hace que el catalogar una sola identidad musical sea algo complejo; una labor prácticamente imposible. Conviene pues entender que la música en nuestro país se ha hecho gracias al sincretismo cultural.

Un claro ejemplo de ello, es el mariachi, que resulta de la mezcla de tres principales influencias musicales: la de los pueblos indígenas, la europea y la africana. 

A finales del siglo XVII, los cocas -el grupo étnico predominante en Cocula, Jalisco- inventaron instrumentos como la vihuela y el guitarrón para sustituir al laúd y al contrabajo; que eran provenientes de las orquestas europeas de dicha época.

Por otra parte, la fusión sonora de las guitarras y violines con las caracolas, teponaxtlis, flautas de carrizo y otros instrumentos indígenas; fueron la chispa que ocasionó el nacimiento de un nuevo género: el mariachi. Sin embargo, también podemos mencionar que, durante el paso del tiempo, se ha perdido cuál es el origen real de la palabra y de la costumbre del mariachi. Pues hay quienes aluden al mariachi como un homenaje a la Virgen María, y otros explican su origen etimológico a partir de las orquestas que, tradicionalmente, participaban en las bodas allá en Jalisco, cuyo nombre era mariage, boda en francés.

Otro gran ejemplo de esta apropiación cultural -dejemos de ver a este concepto como algo negativo- lo podemos encontrar con Silvestre Revueltas en la obra sinfónica La noche de los Mayas, tema musical escrito para la película homónima de 1939. 

Esta obra maestra de la música de orquesta mexicana, se basa en los lenguajes tradicionales de la música, así como de instrumentos Mayas y sonoridades indígenas, para hacer una composición robusta y completa, que sintetiza la carga atmosférica y el contenido temático de toda la película. Así pues, el tercer movimiento Noche de Yucatán, contiene una conocida melodía prehispánica titulada Konex, konex, un canto maya. 

En el mismo sentido, la reconocida pianista, compositora y directora de orquesta Gabriela Ortiz, nos aporta su obra sinfónica Téenek; Intervenciones del Territorio. La cual trata sobre las poblaciones indígenas de San Luis Potosí, Querétaro, Tamaulipas, Puebla, Hidalgo y Veracruz; y es importante señalar, que el significado de la palabra téenek -“hombre local”-  hace referencia a todos los hombres y mujeres que pertenecen a un lugar, cuya sola existencia determina sus destinos en el tiempo y en el espacio: sus territorios. El SER que trasciende a través del tiempo. Precisamente, nuestra idiosincrasia.

Pero hablando del sincretismo cultural y de la suma de dos culturas, es indispensable hablar del bolero, que tal como lo conocemos es un género que nació en Santiago de Cuba a finales del siglo XIX. Desde ese tiempo, nuestro país fue receptor de su corriente y modificó la estructura de la antigua danza habanera al bolero tal y como lo conocemos por medio del piano y posteriormente, los tríos. Los primeros boleros de un autor mexicano se escribieron en Yucatán, sin embargo, la primera obra de fama nacional fue lograda en 1921 por el maestro Armando Villarreal Lozano, quien escribió una canción titulada “Morenita mía”. 

La música mexicana es el resultado de incubar y propiciar la pluriculturalidad de nuestro país. Somos el reflejo de un mosaico de diversas expresiones y maneras de pensar y ver al mundo; sin embargo, nos conecta la capacidad de sentir y transmitir a través de la música. Un notorio ejemplo de ello, lo podemos observar en la performatividad de los pueblos indígenas que, en su ritualidad, hacían uso de la música para comunicar y transmitir. Es un mito universal que abarca la idea de que la música es un regalo de los dioses, pues a través de ella, cruzando el aire y subiendo el cielo, podemos entablar una plática con nuestros creadores.

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