El alcohol lleva embriagando al universo desde tiempos inmemoriales, y son incontables las personalidades que han sido víctimas de sus efectos. Ya desde los primeros años después de Cristo, Lucio Anneo Séneca sentenciaría con una frase muy célebre sobre el alcohol: “La embriaguez no crea vicios, solo los pone en evidencia”.
Es gracias al proceso de desinhibición, que el alcohol desarrolla en los sujetos, un estado semi alterado de percepción a un precio asequible. La exaltación oculta en las personas más herméticas siempre sale a la luz con un par de tragos; y lamentablemente, para muchos introvertidos, es el medio más viable para la comunicación consigo mismos.
Hoy te presentaremos dentro del ámbito literario, a los más célebres beodos de la tinta. Pues como cualquier otra persona, en búsqueda de desfogue, el escritor se orienta hacia los subterfugios más plausibles para extraer el arte desde su vicio. Lo que empieza como alivio al despecho, termina siendo el conjuro de un hechizo de lengua adormecida y pluma vacilante remojada en algún tanguarniz:
¡BRINDO POR ELLA, BOHEMIOS!
El corcho de alcornoque salta al vacío. El aire penetra con fuerza y hace respirar a Baco. El fuste se inclina ligeramente, y el cáliz sucumbe a la marea guinda. Los taninos astringentes conocen el paladar ríspido y áspero del escritor; nuevas letras están por nacer… bajo la tutela del eterno rencor amoroso.
Desde los más elegantes tragos que inspiraron al liróforo celeste, Lord Byron para crear infinidad de relatos, como también hicieron que naciera Ulises de James Joyce; hasta la meningitis mortal que acabó con la vida del autor de El Retrato de Dorian Grey, Oscar Wilde, el alcohol permanece vivo por las bibliotecas del mundo.
Se sabe que si algo comparten la escuela simbolista francesa de los Poetas Malditos (Rimbaud, Verlaine y Baudelaire), con los estadounidenses de la Generación Perdida (Ezra Pound Hemingway, Faulkner y Fitzgerald), es su inconmensurable adicción a la bebida. Y quién si no, “el viejo indecente”, Charles Bukowski, nos expresaría minuciosamente el gran secreto de la motivación alcohólica: “Beber es algo emocional. Te sacude frente a la estandarización de la vida de todos los días, te lleva fuera de eso que es lo mismo siempre. Tira de tu cuerpo y de tu mente y los arroja contra la pared. Tengo la impresión de que beber es una forma de suicido en cual se te permite regresar a la vida y comenzar de nuevo al día siguiente. Es como matarte a ti mismo y después renacer. Creo que hasta ahora he vivido diez o quince mil vidas”.
Podríamos pensar que los grandes autores bebían para hacer más trágicas y dramáticas sus novelas; pero no sólo encontramos la novela como género definitivo del alcohol: grandes filósofos, científicos y sociólogos han tenido que ver en la bebida.
Charles Darwin con su Teoría de la Evolución y El Origen de las Especies, plantó base en el terreno científico, y se erigió como pilar medular de la ciencia, junto con otros naturalistas como Herbert Spencer, Carlos Linneo y Jean-Baptiste Lamarck. La problemática que se gestó a partir de estos teóricos naturalistas, es el enfoque social que le dieron, el llamado darwinismo social: en donde sólo el más apto sobrevive; gracias a su capacidad de apropiación diferencial de los recursos. Se rumora que los pensamientos racistas de Darwin desembocaban en un discurso elitista de la sociedad. Pues para Darwin, “juntarse con pobres era igual de irresponsable que juntarse con borrachos irlandeses”.
Por su parte, uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos, Federico Nietzsche, autor de obras como Así habló Zaratustra, Más allá del Bien y del Mal, El Anticristo, etc., dejaría pautado en su obra más cercana a su muerte, El ocaso de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos; la sentencia que todo artista víctima del alcohol, acuñaría como una especie de logos. Nietzsche decía que “para que haya arte, para que haya algún hacer y contemplar estéticos, resulta indispensable una condición fisiológica previa: la intoxicación. La intoxicación tiene que haber intensificado primero la excitabilidad de la máquina entera: antes de esto no se da arte alguno”.