Por si no lo sabías, la cerveza es una de las bebidas fermentadas más antiguas de la humanidad. A pesar de que no existe un punto de origen exacto, se dice que fueron los babilonios quienes crearon la receta de cebada y trigo; y luego también se dice que en lugares como Egipto ya existían incluso ocho tipos de esta, con denominación de origen dependiendo de la zona, ingredientes y fórmula para crearla.
Sin embargo, hoy en día conocemos a Alemania como la cuna de la cerveza, ya que fueron los habitantes de Germania, quienes bebían la cerveza casi como la conocemos y fue en este territorio, donde se tiene registro de la primera fábrica dedicada a la elaboración del -para muchos- vital líquido.
A pesar de ello, México no se queda atrás, porque si hablamos de potencias mundiales en temas de cerveza, dos marcas mexicanas se posicionan dentro del top 10 de las más consumidas a nivel global, y de acuerdo a los datos de Statista y Kantar Worldpanel, amamos tanto la cerveza, que es la bebida alcohólica más consumida en el país, por encima del tequila y el whisky.
Pero como sabemos, los mexicanos somos creativos por naturaleza; a todo queremos ponerle nuestro toque y no basta con tener opciones de sabor entre cervezas claras, ámbar y oscuras.
Cuenta la historia -hasta ahora más popular y aceptada- que todo comenzó en los años setenta en un club deportivo en San Luis Potosí; cuando un joven de nombre Michel siempre pedía su cerveza con limón, sal, hielo y un popote… sin saber cómo exactamente, los demás empezarían a pedir una cerveza “como la de Michel”, y fueron deformando el término hasta llegar a la bebida típica mexicana, “la michelada”. Otros dicen que el nombre nació de pedir “mi cerveza helada” hasta abreviarse, pero la neta la otra historia está más buena.
Eso sin duda fue el inicio de una hecatombe para los puritanos de la cerveza, porque el ingenio mexicano no paró ahí; pronto surgieron preparaciones con chile -aceptable-, con salsas y clamato -parece sopa, pero aceptable-;con dulces enchilados y polvo estilo Tajín; -pintoresco, pero aceptable- hasta llegar a brebajes en donde se combina la cerveza con ingredientes como camarones, piña, carne asada, caldo de res, cacahuates y -perdónalos Diosito- chiles en nogada.
La industria cervecera tuvo que adaptarse o morir; y por ahora podemos ver preparaciones “básicas” enlatadas, en donde los más esquisitos añaden tamarindo, mango o chamoy y aún así, están muy lejos de competir con la oferta callejera que no sólo te da el sabor, también la experiencia; porque ya en un afán de ver a quién se le ocurre algo más pintoresco, elevaron la apuesta a la forma en la que se toma la cerveza, a través de divertidos y singulares envases. Algunos ejemplos populares son:
- Licuachela: Cerveza preparada en un vaso de licuadora.
- Piñachela: Esta bebida no lleva en su mezcla precisamente jugo o trozos de piña, en realidad la fruta sólo es el contenedor.
- Kittychela: La nueva tendencia en Tepito, Ciudad de México. Con tu cerveza preparada en un vaso de plástico en forma de la famosa gatita blanca.
- Tutsichela: Lo mismo que la anterior, pero en un… ¿vaso? ¿contenedor? En forma de paleta “Tutsi pop”.
- Nepechela: Lo mismo que la anterior… pero… te imaginarás la forma del recipiente…
Y bueno, sin duda habrá muchas otras formas de preparar, beber y experimentar esta bebida; pero mejor lo dejamos a la imaginación y nos limitamos a concluir que como en todo, tenemos la oportunidad de decidir cómo queremos nuestra cerveza y si la queremos clara, obscura, artesanal, michelada, cubana, en caguama, lata, licuachela, nepechela; y lo que sea que pronto veamos en las calles de nuestro México Mágico.
Lo importante es curar la “sed de la mala” y divertirnos en el proceso. Que los haters hagan lo suyo, que es odiar, porque presiento que esta tendencia apenas comienza.