Ellos no visten camisetas de marca, no van a un gimnasio con tecnología de punta, ni están bajo la estricta supervisión de un especialista.
De hecho, juegan descalzos porque sus familias no tienen los recursos para comprarles tenis. Sin embargo, y contra todas las adversidades, son temidos, respetados y admirados por los equipos contrincantes a quienes derrotan con una facilidad asombrosa.
Ellos son los niños indígenas del equipo representativo de la comunidad triqui de la Sierra de Oaxaca, que en el campeonato de basquetbol infantil de Barcelona en el 2014, demostraron que para ganar medallas solo se necesita tener espíritu de lucha y un alma guerrera.
Desde entonces y a la fecha los “gigantes descalzos”, nombre con el que la comunidad deportiva internacional los bautizó, siguen conquistando no solo los primeros lugares en los campeonatos internacionales de basquetbol en Alemania, Estados Unidos y Centroamérica, a los que han sido invitados; sino que su ejemplo de superación, esfuerzo y valentía ha transformado a su comunidad de origen; y hoy más de dos mil niños triquis y zapotecas, han encontrado en el deporte un motivo para superarse, buscar nuevos horizontes y sentirse orgullosos de representar a México como los mejores atletas de alto nivel.
En las altas cumbres de la Sierra Tarahumara, Lorena, Juanita y Mario, la familia Ramírez, corren veloces por senderos rocoso y desfiladeros, profundos barrancos y empinadas cuesta.
La meta inmediata es recorrer 80 kilómetros en una sola jornada de 20 horas, y es así como se preparan para competir en el Ultramaratón de la República Checa y conquistar de nueva cuenta los primeros lugares.
Estos corredores tarahumaras han logrado posicionarse en un alto nivel de los circuitos internacionales; son reconocidos mundialmente, y apenas hace un par de semanas, Lorena conquistó la medalla de bronce en la exigente carrera Tenerife Bluetrail, cronometrando 20 horas, 11 minutos y 37 segundos, en la prueba de los 102 kilómetros; y sus hermanos, Juana y Mario, también obtuvieron una actuación destacada frente a corredores de larga distancia especializados de talla mundial.
Pero a diferencia de los maratonistas profesionales, los rarámuri no visten indumentaria ergonómica diseñada, ni tienen sofisticados equipos electrónicos que les indican su estado físico, consumo calórico, o rendimiento por kilómetro recorrido. Los rarámuri corren con unas sencillas sandalias puestas: una suela de cuero atada con un lazo al pie y a la pierna; y en muchas ocasiones lo hacen descalzos, en un acto simbólico que los desliga del ego y los reúne con la tierra. El alma, para este pueblo que se resiste a ser vencido, es un elemento etéreo al que llaman iwigá, palabra que significa aliento.
Y es que para ellos, el pueblo de “los pies ligeros”, el correr es un acto ritual que los pone en contacto directo con sus raíces ancestrales, y en una especie de trance místico, los umbrales de su resistencia corporal son superados por la voluntad y la entereza, valores primordiales que les resultan vitales para sobrevivir en uno de los entornos naturales más extremos de nuestro México.
Pero si de superar adversidades y demostrar que la fuerza de voluntad es el alimento del alma, los deportistas paralímpicos que representan a nuestro país en las máximas competencias internacionales, son uno de ellos.
México ha participado por doceava ocasión en los Juegos Paralímpicos, y las expectativas para Tokio 2020 estaban puestas en si la delegación mexicana sería capaz de lograr llegar a las 300 medallas totales y a las 100 de oro.
Por supuesto la delegación paralímpica mexicana sacó la casta y regreso a casa superando el récord histórico de 311 medallas, 104 de las cuales son de oro.
Los niños triquis, los gigante descalzos; los corredores rarámuris de pies alados; y los deportistas paralímpicos de grandes logros, son mexicanos extraordinarios que no sólo enfrentan el inmenso desafío de prepararse, sino también afrontar el reto de su día a día que tiene una dosis extra de dificultad; y aun así, contra todos los presagios, ellos han logrado alcanzar cualquier meta… y saben por qué… porque ¡Sí se puede!