Aquella fría mañana de septiembre, la gran ciudad de México despertaba -somnolienta y aún bajo los efectos del fervor patrio y el festejo popular- pero resignada a cumplir con la rutina diaria de un jueves intrascendente destinado al olvido.
Nada más alejado de la realidad, pues tan solo unos cuantos minutos después de las 7 de la mañana , diecisiete para ser exactos, la fatalidad, el terror y la veleidosa muerte nos tomaron por sorpresa cuando el suelo comenzó a temblar, incontrolable y poderoso, alternando los movimientos trepidatorios con los vaivenes oscilatorios que alcanzaron una magnitud de 8.1 en la escala de Richter.
Y así fue que en menos de 2 minutos ocurrió la mayor catástrofe de la que se tenía registro histórico, por lo menos hasta aquel fatídico día.
Como secuelas del gran terremoto de 1985 las cifras oficiales registraron la muerte de 4,000 personas, aunque hay quienes aseguran que la cifra real pudo haber superado los 20,000 fallecimientos. En cuanto a los derrumbes de casas y edificios el panorama era desolador.
Se dice que una tercera parte de los inmuebles urbanos sufrieron afectaciones. Pero más allá del recuento de cifras y estadísticas negativas, un fenómeno inédito que ocurrió de una manera espontánea surgió de entre los escombros de una ciudad cubierta de polvo que se resistió a quedar paralizada por la tragedia. Quienes vivimos aquellos días siempre recordaremos que de lo más profundo de nuestra mexicanidad, las mujeres y los hombres nos olvidamos de todo aquello que nos divide o confronta; y a una sola voz, mano con mano y hombro con hombro, nos volcamos a las calles con la esperanza de rescatar a nuestros hermanos atrapados bajo los techos y muros derruidos. Aquel día decidimos no depender de las acciones de un gobierno superado por la magnitud de la catástrofe y la inexistencia de una cultura de la prevención de los desastres.
Aquel 19 de septiembre de 1985 descubrimos el poder de la sociedad civil, y en medio de la catástrofe , despertó el México profundo y solidario; surgió de parto natural la ciudadanía activa, participativa y crítica.
Entonces todos fuimos héroes anónimos por voluntad propia. El ejemplo de la solidaridad como motor y la cultura de la prevención trascendieron a las nuevas generaciones y exactamente 32 años después, el 19 septiembre de 2017, minutos después de haber realizado el simulacro anual por el sismo de 1985, un terremoto de magnitud 7.11 en la escala de Richter con epicentro en Morelos y Puebla, impactó nuevamente a la Ciudad de México provocando una cifra estimada en 400 víctimas mortales, 228 solamente en la capital.
Y fue entonces que la historia se repitió y las acciones que convocaron a la sociedad y la pusieron en movimiento, confirmaron que en nuestro código genético está presente el cromosoma de la solidaridad.
El espíritu solidario que forma parte de nuestra identidad es un tema que ha llevado a los sociólogos a elaborar un estudio científico, el cual resulta muy interesante y revelador: En un boletín publicado recientemente por la Dirección de Comunicación Social de la UNAM, se ha llegado a la conclusión de que “los mexicanos somos más solidarios en los momentos de mayor gravedad, como puede ser un sismo o un desastre por fenómenos climáticos, y mientras mayor es la gravedad, somos más solidarios; pero damos respuestas variadas a quienes ayudamos; sin embargo, tenemos respuestas diferentes ante estereotipos que tienen que ver con la apariencia física, la posición social y el lugar de origen.”
Sin embargo, la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI) 2021, arrojó como resultado que el 82 por ciento de los mayores de 15 años o más realizó alguna vez en su vida una acción altruista.
La gran lección histórica es que en tiempos marcados por la tragedia, la catástrofe y el peligro somos nosotros, los ciudadanos que no necesitamos ostentar puestos políticos o ser lideres empresariales con una fundación con nuestro apellido, quienes tenemos la obligación y el espíritu solidario que puede reconstruir al país castigado una y otra vez , pues como bien dice nuestro himno nacional “más si osare un extraño enemigo… piensa oh Patria querida que el cielo, un soldado en cada hijo te dio…”
Y esto va con dedicatoria no solo a los catastróficos terremotos, sino también para quienes pretenden dominarnos y hacer negocio por medio del terror… No se equivoquen…