¿Qué pensarías si te dijera que el universo tal y como lo conocemos, no es más que una simple biblioteca esférica segmentada en galerías hexagonales? En donde cada hexágono es el camino a otro hexágono, que, a su vez, es el camino a otro hexágono… y todos los hexágonos constituyen un camino distinto con un destino común.
En la obra La biblioteca de Babel, de uno de los escritores argentinos predilectos, Jorge Luis Borges (1899-1986) se narra la fabulosa propuesta metafísica, psicológica y matemática de la percepción del Universo como una enorme biblioteca infinita, en donde se tiene el registro entero de toda la historia de la humanidad: su pasado, su presente y su futuro. Mediante la combinación de los veinticinco símbolos ortográficos, se logra escribir todo lo humanamente expresable; en todos los idiomas y en todos los sentidos.
El complejo mundo ficticio del maestro Borges, nos hace remontarnos a la abstracción geométrica del espacio, para crear un nuevo entendimiento ontológico y desafiar la instauración de la concepción universal. Borges nos hace nacer dentro de una galería hexagonal en tercera dimensión: donde somos contiguos a otras galerías y a la vez, compartimos una escalera en espiral que se abisma y se eleva hacia lo remoto -como una especie de sociedad apícola: en donde cada abeja nace dentro de su meloso hexágono; dentro de su panal; y a su vez, forma parte de una gran colmena-.
La infinita distribución de las galerías hexagonales es una especie de ordenamiento bibliotecario, en donde a cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles con treinta y dos libros; y cada libro contiene cuatrocientas diez páginas; y cada página contiene cuarenta renglones; y cada renglón es de ochenta letras.
Es decir, que, en la biblioteca de infinitas galerías hexagonales, se encuentran todos los libros de la humanidad, en todos los idiomas y en todos los dialectos; o reduciéndolo aún más, en donde se hallan todas las posibles combinaciones de los veinticinco símbolos naturales. Es por eso mismo, que todos los hombres se sintieron protegidos; pues no había problema personal o universal cuya elocuente solución no existiera en algún hexágono.
El problema empezó cuando los hombres se afanaron en encontrar el libro único de sus Vindicaciones (libros de apología y profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir), pues al no encontrarlo, estos inquisidores iniciaron con la destrucción de muchas otras obras igualmente valiosas.mPor último, el autor que narra en primera persona y se coloca como personaje principal de la obra, hace su propuesta final: la del Hombre Libro que en su afán por encontrar el libro perfecto, cae en la desesperanza de no encontrarlo y se arroja por la escalera en un acto suicida. Borges persigue la idea de que en algún anaquel de algún hexágono debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás… y explica que el suceder de los tiempos, ha fatigado la búsqueda fallida de los peregrinos, sin embargo, añade una cita muy memorable: “No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre – ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! – lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que, en un instante, en un ser, Tu enorme biblioteca se justifique…”
La reflexión final a esta monumental obra literaria de Borges quizá este resumida en uno de los grabados del genial pintor Francisco de Goya, quien en uno de sus Caprichos apuntó: “El sueño de la razón produce monstruos” avizorando lo que sucedería con la corriente intelectual de la Ilustración que precedió a la Revolución Francesa y el terror de la guillotina operado por Robespierre. El método de la Biblioteca de Babel es muy similar a lo que sucede en nuestro cerebro, ávido de conocimientos que atesorar en la memoria; pero también en el cerebro digital de la inteligencia artificial, y en nuestra obsesión por encontrar la razón universal nos provoca una suerte de teoría de la conspiración a nivel inmersivo, y nos olvidamos que buscar la perfección nos puede llevar a la desilusión total y al suicidio. O como apunta Sócrates al morir: “Al final de mi camino reconozco que mi conocimiento es un grano de arena ante el Océano de la creación. “Yo solo se que no se nada”. Y murió feliz en su ignorancia …