¿Por qué después de 50 años volvemos a la Luna? El programa de la NASA y otros países aliados, Artemis (I, II y III) buscará, entre otras cosas, terminar con la teoría conspiratoria de que en 1969 todo fue un gran montaje en la afamada base aérea 51.
Será hasta la misión Artemis III, en 2025, que cuatro astronautas pisarán la luna durante seis días para tareas de exploración y experimentos. Por eso cada vez que se atrasa el despegue de la primera misión, meramente robótica, regresa el fantasma de la conspiración y se rescatan los dudosos motivos de haber abandonado una conquista lograda hace más de 50 años, sin haber dejado siquiera un aparatito de telecomunicaciones, un radar, un espejote, o algo así, muy visible y sencillito.
Más allá de pruebas y dudas el motivo de la conspiración es muy sólido. Inmiscuido en una guerra impopular (Vietnam) el país tenía que ganar una carrera espacial que se estaba perdiendo. No fueron el primer satélite, ni la primera mascota, ni el primer hombre, ni la primera mujer en órbita. Es@s fueron Sputnik, Laika, Tereshkova y Gagarin. Incluso fueron los rusos los primeros en fotografiar la cara oculta de la luna y posar la primera nave, la sonda Luna 9.
Después del sonado éxito del Apolo 11, visto por millones de personas de todo el mundo en sus televisores, los soviéticos lanzaron tres misiones a la luna, entre 1970 y 1971, sin éxito. La derrota estaba cantada y la URSS perdió el apetito espacial, aunque sin duda mucho más que eso.
Sin embargo, las 6 misiones Apolo tripuladas que se posaron en la Luna, (11, 12, 14, 15, 16 y 17) tienen fotos cuestionables, como una bandera volando en un ambiente supuestamente sin viento; películas alteradas en su velocidad, que corridas normalmente muestran una gravitación terrestre; paisajes repetidos en diferentes misiones, falta de cielo estrellado, entre otras “fallas”. Además, inexplicablemente, también la potencia ganadora perdió el apetito espacial y tuvo la visión para capitalizar la conquista.
En 2007 la NASA lanzó su sonda Lunar Reconnaissance Orbiter, obteniendo fotos a 25 kilómetros de altura sobre los rastros de los diferentes alunizajes Apolo. Después de 38 años hasta se veían las huellas de su Rover lunar ¿neta? Pruebas propias que no le han dado mucha credibilidad.
Pero lo mejor ha sido la enigmática relación del cineasta Stanley Kubrick con la NASA, que comenzaría con su gran filme 2001 Odisea del Espacio (1968) en donde refulge la marca de la agencia. Luego tendrían lugar las filmaciones del alunizaje del Apolo 11 en el Área 51, en el desierto de Nevada (1969). Kubrick continuaría su trayectoria con el gran éxito Naranja Mecánica (1971) después del cual filma Barry Lyndon (1975) utilizando una lente inventada en la NASA para filmar con la sola luz de las velas. Aquí brinca la liebre.
Vendría El Resplandor (1980) en donde el director parece dar pistas de su colaboración con la NASA, en una escena donde el niño, Danny está jugando con sus carritos sobre la alfombra del hotel, dentro de un hexágono, similar a la plataforma de lanzamiento del Apolo 11. Cuando Danny se levanta, vemos su suéter con el diseño de la misión Apolo 11, y empieza a caminar hacia la habitación 237; la distancia de la tierra a la luna es de 237 mil millas.
Finalmente, después de terminar su última película Ojos Bien Cerrados (1999) y cuatro días después de ver el último corte, Kubrick muere a los 70 años de un infarto (sin antecedentes) mientras dormía. La película, como se vio después, denuncia las extravagancias de los altos círculos de poder en los EUA, motivo por el cual se especula, sumado a lo mucho que sabía, que acarrearía su súbita muerte.
Bajo las condiciones “neoliberales” de la actualidad, donde las empresas poseen las patentes y la tecnología, y los gobiernos sólo pagan, se espera que la creatividad de los inversionistas nutra a la Misión Artemis y le dé los objetivos que faltaron hace medio siglo, para darle sentido a los viajes hacia nuestro satélite.
Mientras tanto sigue viva la teoría conspiratoria que le otorgaría una “falsa victoria” a la NASA en la carrera espacial; un clavo fundamental en el ataúd del segundo mundo. Una revancha para quienes aún sueñan con el paraíso de Karl Marx.