NUESTRA EXTINCIÓN SIEMPRE A LA VISTA

¡YA RECÓGEME DIOSITO…!

En la vida del planeta, los seres humanos somos mucho menos que un suspiro. La edad de la tierra se calcula en 4 mil 543 millones de años, dividida entre 315 mil años (el hallazgo paleontológico más antiguo del homo sapiens) nos da 14 mil 422, o sea que somos una 14 milésima fracción en la vida de la tierra. 

Y claro que no somos, por mucho, la especie más antigua en la tierra. Cientos y seguro millares de plantas, animales y bacterias nos sobrepasan, como el cangrejo de herradura, las medusas o las esponjas, por mencionar algunos que viven hoy desde hace cientos de millones de años. Por lo que nuestra posible extinción, ahora sí, le daría un suspiro al planeta, para darle a lo que sigue. 

Ni siquiera entre los homínidos somos los más antiguos. Se calcula que hace unos 200 mil años estábamos conviviendo unas ocho especies de bípedos, entre los cuales destaca el Homo erectus, que vivió unos dos millones de años. ¡Dos millones de años! 

Si bien nos va, los Homo Sapiens, apenas llegaremos al siguiente siglo, con un planeta bastante dañado, con pocos recursos naturales y menos especies animales. A este panorama debemos sumar nuestro armamento nuclear, biológico, químico y convencional, capaz de destruirnos decenas de veces. 

Pero antes de llegar a esta modernidad hubo toda clase de desastres, epidemias y guerras, que a cada momento nos recordaban que nuestra extinción era inminente. Claro, éramos mucho más frágiles, sin la ciencia médica y todavía la naturaleza era una gran amenaza, antes de que la derrotáramos en el siglo XX. 

Para recordarnos nuestra vulnerabilidad, hace 2 mil años está escrito el Apocalipsis, con todo y su anticristo, al que siempre le estamos encontrando nuevas interpretaciones, según las épocas a las que llegamos. Todo el tiempo, ha existido la amenaza de una muerte masiva en cualquier momento. 

También debemos recordar que a nivel orgánico, cada vez que obtenemos una satisfacción de cualquier necesidad, como la sed, el hambre o hasta de nuestros deseos, como el placer o el sexo, nos acercamos a nuestra propia pequeña muerte (tánatos). La paternidad es la máxima misión de cualquier organismo y por eso, a partir de su cumplimiento, puede pasarnos lo que sea, porque nuestra conciencia está tranquila. 

Pero la verdadera semilla de la extinción de la especia humana (no se vayan a asustar o a enojar) es la conciencia, a la cual llegamos mediante el conocimiento. La innegable y gran realidad es que el conocimiento y la conciencia, atentan contra la propia especie. Así como los jóvenes acceden a la educación superior y a su ejercicio profesional, también van retrasando su proliferación, o sea, incumplen con la misión de la especie. Pero no podemos negarle a cualquiera la luz del conocimiento; sería inhumano.

Las consecuencias de una alta conciencia siempre las hemos vivido. Así como los nobles desde la edad media tenían gustos extravagantes y problemas reproductivos, hoy nuestras generaciones urbanas y cultivadas experimentan la diversidad, evitan la concepción y ni locos se casan, entre otras extravagancias modernas. 

¿Otra señal de extinción? Cada vez que como individuos nos abnegamos por las causas adoptadas, como el vegetarianismo, la crueldad animal, la alimentación vegana, la soltería, los métodos definitivos anticonceptivos sin proliferación, los “perrhijos”, etc., estamos precisamente negando nuestra propia existencia y la de nuestra estirpe. Convicciones que se adquieren por conciencia. 

Mientras tanto, en la ignorancia y la marginación del medio rural, o en los estratos menos favorecidos de nuestras urbes, emergen los niños que sobreviven a la adversidad y la pobreza, con la obstinación y la promesa, a veces cumplida, de progresar, llegar alto y triunfar. Y si no logran sobresalir, al menos conformarán un fuerte segmento básico que hoy gobierna los mercados, la mano de obra, el consumo, hasta la delincuencia y los votos que definen gobiernos. 

Sí, la vida y el futuro de una nación, del mundo, está en el estrato básico, por eso hay que verlo diferente, como el de las oportunidades. Mientras los de arriba (educados y exquisitos) están ocupados en la conciencia, la abnegación y sin saberlo, en su extinción.

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