“¡HAGASE LA  OSCURIDAD!”… DIJO LOVECRAFT

LOS MITOS DE CTHULHU Y LA ADICCION AL MIEDO

A  propósito de los mitos  urbanos, me permito compartir con ustedes una adaptación libre, pecaminosa  y de  memoria   del cuento de H.P. Lovecraft “El Horror de Dunwich” y declaro de antemano esta “mea culpa” al borde del anatema pues contiene en un  breve párrafo los elementos que integran el universo creado por este escritor norteamericano de principios del Siglo XX, que no solo rescato del ataúd la literatura  gótica sino que hizo escuela, influyó en varias generaciones que fueron “deslumbrados”  por la oscuridad  y le hizo  una mueca de horror y desprecio al preciosismo bonachón del arte contemporáneo .  

De la vida y  obra de Lovecraft solo me permitiré decirles  que después  de experimentar su lectura,  es casi  imposible ser inmune sus secuelas y entre más sensible se es más profunda es la huella ;   y es que la sensación de navegar a la deriva por los profundos mares de la oscuridad, hace del miedo un  vicio cuyo apetito solo se sacia leyendo: 

“La terrible presencia del horror extraterrestre que acechaba impúdicamente desde las montañosas cumbres,  estaba anunciada desde tiempos ancestrales y era ya  inminente … Estremecido y con una honda sensación de repugnancia, el Dr. Francis Morgan encerró el Necronomicón en su apartada gaveta y caminó despacio hacia su alcoba. 

Aquella noche,  la furia desatada de  la naturaleza presagiaba una desgracia. Llovía a cantaros y el viento azotaba inmisericorde los amplios ventanales.   En la penumbra,  un rayo iluminó  por un brevísimo instante uno de los angostos pasillos.   Con gran espanto, el profesor de la Universidad de Miskatonic pudo ver   en el suelo, , que encima de un fétido charco de líquido purulento yacía medio recostado un extraño ser con tentáculos. En medio de silenciosos espasmos la abominación se incorporó dejando ver sus casi nueve pies de estatura. Un terror primigenio paralizó su  cuerpo,  pero  aguzó su mente:  los horribles y malolientes seres invisibles que no eran de la tierra —o, al menos, no de la tierra tridimensional que conocemos— habían despertado y  aquel  libro compendio de  lo  maldito describía palabra por palabra  el retorno  de la más profunda oscuridad de los tiempos … El horror se desató aquella noche del 9 de septiembre. En toda la comarca de Dunwich, los perros  nunca dejaron de aullar desgarradoramente…”

No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. 

Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas. 

Algunos teósofos han sospechado la majestuosa grandeza del ciclo cósmico del que nuestro mundo y nuestra raza no son más que fugaces incidentes. Han señalado extrañas supervivencias en términos que nos helarían la sangre si no estuviesen disfrazados por un blando optimismo. Pero no son ellos los que me han dado la fugaz visión de esos dones prohibidos, que me estremecen cuando pienso en ellos, y me enloquecen cuando sueño con ellos. Y es que quien mira hacia afuera, duerme y quien mira hacia adentro, despierta…

Esa visión, como toda temible visión de la verdad, surgió de una unión casual de elementos diversos; en este caso, un breve relato que logra penetrar en nuestro yo primigenio,  evocando  el terror . en su estado más puro y elemental; aquel que nos muestra su rostro  un eterno nanosegundo antes de que ocurra nuestra muerte y nos hace comprender que fuimos menos que un grano de arena flotando al garete en los océanos del espacio  y el tiempo.    

Espero que ningún otro logre llevar a cabo esta unión; yo, por cierto, si vivo, no añadiré voluntariamente un sólo eslabón a tan espantosa cadena. Creo, por otra parte, que el Doctor Dr. Francis Morgan, protagonista de  oscuro relato, como buen hombre de ciencia,  fue víctima de la obsesión humana por  darle sentido a aquello que representa un enigma,  muy tarde comprendió que al  descifrar en las páginas del Necronomicón  los fatídicos  presagios  escritos en la lengua de los Eternos, cruzó el portal prohibido  y con  ello  rompió el sello que contiene a los abominables seres del umbral  y su energía oscura, cuya misión es  devorar a su paso planetas,  galaxias  y  universos paralelos.  

Hay puertas que no se deben abrir con la llave de la ciencia, hay enigmas que deben permanecer ahí,  en la oscuridad  del anonimato, protegidos por la ignorancia, eternizados  y sin respuesta …pues como dijera Jung  “no se alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciéndose consciente de la oscuridad…”  o como apuntara Nietszche, “si miras fijamente al abismo, el abismo te devuelve la mirada”.

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