TODOS SOMOS FRANKENSTEIN

¿DONDE ESCONDES A TU MONSTRUO?

Un 1 de enero de 1818,  la escritora inglesa Mary Shelly, inmortalizó a través de su ingeniosa mente no sólo a un monstruo, sino a la primera gran obra de ciencia ficción gótica-romántica: Frankenstein. Un ser creado a partir de partes diferentes de cadáveres, al cual le es otorgada la vida por el estudiante de medicina, Víctor Frankenstein, durante un experimento. Poco se hubiera imaginado Shelly que en aquellas pláticas con el médico y escritor Polidori y su esposo Percy Shelley, con respecto al poder de la electricidad para revivir cuerpos ya inertes y experimentos galvánicos, vendría a su mente la creación de este icónico texto leído y releído hasta nuestros tiempos. 

Y es que, esta obra sigue tan actual gracias a los temas recurrentres que seguimos viendo reflejados en nuestra sociedad: La obsesión con la belleza, la responsabilidad familiar, los peligros que pueden traer las nuevas tecnologías, el feminismo, el patriarcado o la política.

Frankenstein, es el monstruo  -palabra que viene de mostrar- , que refleja un tipo de seres para alimentar el morbo, la curiosidad, o el placer del horror. Es el monstruo de lo cotidiano y de las pasiones humanas más que de la razón. Es el “horror” con sentimientos que cuando se da cuenta de que su creador, le ha abandonado porque no soporta su aspecto físico, cambia. El trato miserable que recibe  de este y de la gente, es lo que lo convierte en malvado. La desgracia y falta de liberalidad moldean su carácter, la experiencia lo cambia y aunque él se ofrece a volver a obrar bien, esto también se le niega en todos los casos. Vaga solo, aprende solo a hablar, leer,  sustentarse e intenta  siempre en vano acercarse a los humanos para pedirles algo de cariño y calor. Mary Shelley crea un esperpento repugnante por fuera, pero bueno, cándido y tierno por dentro. 

Entre los muchos dilemas que Shelly propone en el “joven Prometeo”, encontramos uno muy ligado a la religión y a la moral. Él es la creación y destrucción de vida y el atrevimiento de la humanidad en su relación con Dios. De ahí, el subtítulo de la obra, pues el protagonista intenta rivalizar en poder con Dios, como una suerte de Prometeo moderno que arrebata el fuego sagrado de la vida a la divinidad. 

Tal ha sido la connotación y entorno de este personaje que se convirtió en un emblema para describir cosas y situaciones. El monstruo pasó a ser parte de la tradición cuando la historia fue adaptada para los escenarios en obras serias y cómicas en Londres y París durante las décadas posteriores a la aparición de la novela. La propia Shelley asistió a una actuación de Presumption, la primera adaptación exitosa de su novela al teatro. El personaje ha llegado a formar parte de la cultura popular y ha sido fuente para la creación de otros personajes de novelas, cómics, series de televisión y películas.

La prolífica escritora con tan sólo 18 años, creó una obra maestra donde supo describir fehacientemente el arte de la vida, la ciencia y la naturaleza humana. Frankenstein, con sus errores, virtudes, miedos y horrores, se encuentra en su propia monstruosa batalla entre la mente, el poder y el corazón. Entre el querer ser y el ser. ¿Será que el éxito de esta novela se debe a que nosotros también tenemos partes de Frankenstein?

Lo cierto es que todas las personas y sociedades generan sus monstruos. ¿Cuántos no se habrán sentido monstruos devorados por el miedo a no ser ellos mismos? A no lograr el balance entre el ser, el actuar,  el poder y el querer. Entre el amor y la racionalidad.

¿Cuántos no se habrán sentido monstruos por no estar a la altura de la imagen que, -hablando de la actualidad- desbordan las redes sociales, en un mundo obsesionado con las apariencias y la felicidad?

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