En las civilizaciones boreales (del ecuador para arriba) avanzado el otoño se perciben los vientos fuertes (frentes fríos, diríamos hoy) señales de la dureza del invierno que vendrá. Y entonces la preocupación de nuestros ancestros eran los viejos y las criaturas. ¿Pasarán este invierno? ¿Les alcanzará su salud?
La preocupación vino con los europeos en el Día de todos los Santos y el Día de Muertos, pero estos pueblos recurrieron a su pasado prehispánico para rescatar una actitud diferente hacia la muerte, como una celebración a los dioses y los ancestros que nos procuran cada día.
El tzompantli, la hilera de cráneos perforados a través de los parietales, engarzados en un palo horizontal, es una muestra de quienes han ofrendado su vida, a quienes agradecerles su sacrificio, para que el sol cruce el inframundo y salga de nuevo.
El tzompantli más antiguo está en la legendaria Tollan Xicocotitlán, hoy Tula de Allende, Hidalgo, de donde se trasladó a su ciudad hermana, Chichen Itzá, por el siglo X.
Este ritual fue adoptado por los mexicas, para honrar a su deidad principal Huitzilopochtli. Incluso, durante su migración, antes de fundar Tenochtitlan, pasaron por un pueblo a las orillas del lago e instalaron un tzompantli, por lo que cambiaron su nombre a Tzompanco “lugar del tzompantli” hoy Zumpango.
Ya fundada Tenochtitlan, levantaron lo que hoy se llama el Huey tzompantli, en el Templo Mayor, que hasta el momento contabiliza más de 650 cráneos, pero según las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, eran miles. Además, por supuesto, del tzompantli esculpido en roca volcánica, dentro del mismo recinto.
Aunque las crónicas de Cortés y de Bernal Díaz del Castillo narran que en su camino a Tenochtitlan veían continuamente tzompantlis, como en el pueblo de Iztacmaxtitlán “que al parecer serán más de cien mil” y “en todos los pueblos estaban de esa manera”.
Pero el tzompantli pasa de ser una ofrenda a transformarse en picota y trofeo, muy a la usanza europea, después de la gran derrota infringida a Hernán Cortés en la Noche Triste, el 20 de junio de 1520. Ahí en su huida por el puente de Tlacopan, la columna perdió alrededor de 450 soldados españoles, más de mil aliados tlaxcaltecas y 46 caballos, además de todos sus prisioneros sin contar.
Por ello, en su júbilo triunfador, los aztecas crearon al menos un tzompantli en Tlatelolco, con las cabezas de españoles hasta arriba (“tenían los cabellos y las barbas muy crecidas”), caballos y aliados indígenas sacrificados.
Y recién fue descubierto, junto con la zona arqueológica de Zultepec-Tecoaque, otro tzompantli en las cercanías de Calpulalpan, Tlaxcala, que da cuenta de un capítulo, casi perdido, de la conquista. Coincidiendo con la derrota de la Noche Triste y el asesinato del rey de Texcoco, Cacamatzin, a manos de los españoles, una caravana pasaba por el poblado de Zultepec, procedente de la Villa Rica de la Veracruz, formada por españoles, aliados indígenas y animales, por lo que sus habitantes decidieron capturarlos y hacerlos objeto de diferentes sacrificios.
Hoy, de esa columna se han hallado 550 restos óseos de hombres, mujeres y niños, españoles, aliados indígenas, negros y mulatos, algunos fueron ingeridos en rituales, otros expuestas sus extremidades como trofeos en sus casas y 14 en un tzompantli, hallado al pie del templo de Ehécatl.
De los 14 individuos, siete son femeninos y siete masculinos; nueve son de los aliados indígenas (otomíes, totonacapan y tlaxcaltecas) cuatro europeos y una mujer mulata. Todos colocados en posición ritual dentro del tzompantli.
Mientras Cortés estaba en Texcoco preparando el asalto final a Tenochtitlán, supo del destino de la caravana y le encargó a Gonzalo de Sandoval destruir Zultepec y matar a sus habitantes, esclavizando a unos pocos sobrevivientes. A raíz de estos hechos el nombre de Zultepec cambió a Tecoaque: “lugar donde se comieron a los dioses”, aunque fue borrado del mapa hasta las excavaciones en 1991.
Pregunta, entonces: ¿Las cabezas de Hidalgo, Allende, Jiménez y Aldama, colgadas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, no es una especie de tzompantli?