Hominis tota vita nihil aliud quam
ad mortem iter est.
Toda la vida del hombre no es
más que un camino hacia la muerte.
Séneca
El pensamiento mítico de todo ser humano, siempre ha deambulado de lo sagrado a lo maldito. La equidistancia entre ambos polos, confluye en la eterna duda existencial: ¿Qué hay después de la vida? Las respuestas surgen conforme se les piense, más todas ellas quedan reducidas al carácter imaginativo de cualquier teoría: abstracta y limitada.
El posible destino del hombre, tirita y suspira ante la ineficacia de la duda; más, sin embargo, nos regocija el hecho de fantasear la trascendencia y pensarla tal vez en términos más humanos. La dicotómica relación sagrado-maldita de la existencia humana queda subyugada a la incertidumbre, y son las pruebas de fe quienes luchan contra toda ciencia para brindar consuelo y amparo a un mundo totalmente abandonado.
En la línea del tiempo de la humanidad, llega el punto en donde el hombre se entrega totalmente a la fe cristiana y la iglesia toma un poder exacerbado. El teocentrismo se erige como dogma definitivo y las figuras eclesiásticas gobiernan la mayoría del mundo. Tal es el ámbito en donde habría de nacer en 1265, “il Sommo Poeta”, Dante Alighieri.
Con un stellium de Sol, Saturno y Mercurio en la constelación de Géminis, el poeta florentino más grande de todos los tiempos, se vería inmiscuido en la política gran parte de su vida. En 1289, como miembro de la familia güelfa, combatió en la batalla de Campaldino, contra los gibelinos de Arezzo. La pugna entre el Sacro Imperio Romano Germánico (Fiat justitia et pereat mundus), contra el Pontificado Papal por el Dominium mundo, sólo resultaría una batalla obstinada que terminaría desvirtuando el poder divino. Para Francesco Petrarca, pupilo arduo del Dolce stil novo de Dante, el resultado de que en 1309 Clemente V haya cedido la corte pontificia al papado de Aviñón, donde permaneció casi 70 años, sería un hecho indignante y repugnante que reflejaría la corrupción eclesiástica que años antes ya advertía Dante. Decía Petrarca, “Aviñón es la vergüenza de la humanidad, un pozo de vicios, una cloaca en que se encuentra toda la suciedad del mundo. Allí se desprecia a Dios, sólo se venera al dinero, y se pisotea la ley de Dios y la de los hombres. Todo allí respira la mentira: el aire, la tierra, las casas y, sobre todo, las alcobas papales. […] Adoraban más a Venus y a Baco que a Jesucristo.”
El eterno legado de Dante, se jacta de fungir como el puente o nexo entre la percepción teocentrista medieval y el futuro antropocentrismo renacentista. Como huella de su más profundo milagro, el egregio insigne de las letras, daría el libro más importante de la humanidad en tres tomos: el Infierno entre 1304 y 1308, el Purgatorio en 1307 a 1314 y, por último, el Paraíso de 1313 a 1321, fecha del fallecimiento del poeta. La Commedia de Alighieri, originalmente fue titulada sin la carga de “Divina”, hasta que el autor Giovanni Bocaccio, autor del Decamerón, y quien fuera víctima de la censura de la Hoguera de las Vanidades de Girolamo Savonarola, encontraría en el poemario de Dante, el carácter Divino de la obra.
Probablemente todas las significaciones que hoy relacionamos al infierno y a sus abismos, vienen gestadas desde una concepción dantesca del inframundo. No es vano que los pecados capitales sean referencias directas de los 9 círculos del infierno. Incluso en las primeras páginas de su Infierno, Dante habla de 3 fieras en selva oscura: la pantera moteada (la lujuria), el león (la soberbia) y la loba (la avaricia).
La inspiración de Virgilio, autor de la epopeya de la Eneida, y de Beatriz, como el amor de su vida, son factores clave en el descubrimiento transpersonal del autor. Pues vaya que hay que tener inspiración de sobra, como para ir al infierno y regresar, como si fuera parte de la esencia humana.
Siempre he pensado que la vida es obra, pues al final todos vivimos nuestra Divina Comedia y estamos siempre sometidos al capricho de un encanto; inclemente, incesante y nefando. Tal vez somos el guion maestro de algún juglar celeste, o tal vez, una improvisación penosa de una tangencia etérea. De los millones de años que nos separan del ayer, somos un absurdo contra un constante. Bajo ese manto, me invento. Si mi vida fuera escrita por un poeta, sería por Dante. ¿Y tú de quién te crees obra?