“Ser o no ser, he ahí el dilema. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darles fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más?
Inmerso en las tenebrosas sombras de una catacumba, Hamlet, príncipe de Dinamarca, es puesto contra la pared del destino, en este momento de duda que señala la máxima encrucijada en su existencia. La súbita y fantasmal aparición de su padre le urge a cobrar venganza y asesinar a quien lo asesinó… el rey Claudio, su propio hermano.
En la oscuridad de sus propios pensamientos, Hamlet dialoga con un cráneo cuya descarnada sonrisa es presagio de un drama en el que no habrá héroes que alabar, sino que todos serán víctimas de la más terrible fatalidad.
Este dialogo, o mas bien monólogo entre Hamlet y un cráneo es quizá uno de los parlamentos más conocidos en la historia del teatro y la literatura; es el momento crucial de la obra escrita en el año 1603 por Shakespeare, un genio del drama teatral, quien desarrolla una de las reflexiones mas poderosas a las que un ser humano se pueda enfrentar: ¿ser o no ser? Y con mucho tino y calculado impacto eligió la figura de un cráneo para hacernos reflexionar acerca de honor, traición, locura, vida y muerte…
Sin lugar a dudas, el cráneo humano guarda una simbología tan diversa, como universal. Para las culturas ancestrales el cráneo humano era considerado amuleto, trofeo, cetro, reliquia, oráculo y puente espiritual .
Para los antiguos Celtas el cráneo era la sede del poder o “casa del alma” que representaba el número cinco a través de sus aberturas mágicas; dos oculares, dos nasales y una bucal.
Para las religiones Orientales los cráneos también tenían un carácter sagrado, representando el poder de vencer a la muerte.
En las religiones mesoamericanas, los cráneos eran objeto de veneración, respeto y símbolo de status. Los mayas, incas y ciertas tribus de Estados Unidos, practicaban el alargamiento craneal infantil a quienes estaban destinados a formar parte de la élite política y religiosa.
Pero el cráneo como símbolo universal tiene muchas vertientes históricas y religiosas: para el cristianismo señala el “memento mori” o la hora de morir pues el lugar donde Jesús fue crucificado es Gólgota o Calvario, que en arameo significa calavera; así mismo , el cráneo representa el Daath Sefirot en el Árbol de la Vida de la Cábala, un lugar elevado y espiritual de comprensión; y para la masonería es símbolo de la sabiduría y el conocimiento retenido.
Entre los cráneos más famosos podemos mencionar al Jolly Roger o cráneo con dos tibias cruzadas que se utilizó en todo el mundo como un símbolo pirata; es la marca que identifica a una mítica sociedad secreta Skull and Bones, a la comunidad biker, a los “Hells Angels” a la comunidad rockera , y es también el símbolo universal de peligro.
Sin embargo, quizá no haya un símbolo más icónico para celebrar a la muerte y a los muertos, que la mexicanísima artesanía en forma de cráneo -calavera o “calaca”- decorada con vibrantes colores y motivos de lo más diverso, que ya sea de azúcar, chocolate, barro, cristal, maché o papel de china nos recuerda que “en este mundo matraca, de la calaca nadie escapa”.
Por supuesto, el cráneo es en nuestro México un símbolo de la tradición festiva que nos da identidad. Y es en los días de celebrar nuestra relación con la muerte y nuestros “muertitos” que sale a las calles, por lo menos hasta ahora, una antigua tradición que según los antropólogos tiene origen prehispánico y según cuenta la leyenda “nace de la historia de un niño macehual muy pobre que se pintaba la cara para ir de casa en casa y pedir dinero o comida para la ofrenda de sus padres fallecidos”.
Al paso de los siglos esta tradición se convirtió en la costumbre infantil de “pedir para mi calaverita”, que ha sido mal interpretada como una forma de invasión cultural estadounidense por su parecido con la moda de pedir “dulce o truco” durante los días de Halloween.
Y para terminar con este articulo que ha viajado desde el “ser o no ser” hasta el “me da para mi calaverita”, comparto con ustedes una frase célebre de Franz Kafka que trata de libros y cráneos:
“Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?…