En tanto somos humanos, seremos siempre animales; nuestros instintos y pasiones voraces, contra nuestra razón de análisis y pensamiento. Esta dicotomía que se hunde en el fuego común del amor, pasión y coraje, ahonda los espectros de cada ser en sí, y allana las guaridas más celestes del espíritu. Pero… ¿Es nuestra naturaleza la supervivencia? ¿O más bien abusamos de nuestra fuerza creadora? ¿Por qué siempre habremos de renegar del valeroso animal que nos hizo bajar de los árboles, dejar la selva y aventurarnos por el mundo sin otro recurso que nuestra acotada inteligencia?
Pero dejemos la prosa nobel de Rudyard Kipling le de voz a Mowgli el niño que simboliza la paradoja entre la pertenencia y la otredad.
Furiosa está la manada de los hombres. Apedréanme todos y hablan como chiquillos. Mi boca sangra. Huyamos.
Armado con el cuchillo que usan los hombres, armado con el cuchillo de cazador, me agacharé para recoger mi botín.
Aguas del Waingunga, sed testigos de que Shere Khan me da su piel por el cariño que me tiene. ¡Tira hermano Gris! ¡Tira, Akela! ¡Bien pesada es la piel de Shere Khan!
A través de las tinieblas de la noche, de la cálida noche, corred conmigo velozmente, hermanos míos. Dejaremos atrás las luces de la aldea e iremos hacia el sitio desde donde alumbra la luna, que está baja.
Aguas del Waingunga, la manada de los hombres me ha arrojado de su seno. Ningún daño les hice; pero me tenían miedo. ¿Por qué?
Manada de los lobos, también tú me has arrojado de tu seno. La selva se ha cerrado para mí, y cerradas están también las puertas de la aldea. ¿Por qué?
Como Mang vuela entre las fieras y los pájaros, así vuelo yo entre la aldea y la selva. ¿Por qué?
Bailo sobre la piel de Shere Khan, pero mi corazón está triste. Herida, desgarrada tengo mi boca como las piedras que me arrojaron desde la aldea, pero estoy alegre por haber vuelto a la selva. ¿Por qué?
Luchan en mí ambos sentimientos como luchan dos serpientes en la primavera. Brota el llanto de mis ojos, y, sin embargo, río mientras él va corriendo. ¿Por qué?
Hay en mí dos Mowglis; pero la piel de Shere Khan está bajo mis pies. Toda la selva sabe que he dado muerte a Shere Khan. ¡Mirad! ¡Mirad bien, lobos! ¡Ahae! Siento el corazón oprimido por todas las cosas que no llego a entender. “
Habitamos, acaparamos y explotamos la Tierra: suplantando su pureza por medios eficientes de producción capitalista. Somos huérfanos de la madre selva, depredadores soberbios tras el mito de la inteligencia superior. Pulverizamos cada región natural hasta convertirla en una industria sustentable. Tratamos a las personas como todo menos personas, y exprimimos cada gota de su ser, en valor de uso y mano de obra. Hacemos girar los engranes que sirven a la gran industria, y nos deslindamos cada vez más de nuestro pasado histórico. Como quien nace en tierra propia y reniega de ella con desprecio, murmurando así su rumor cobarde y deshonrando a sus ancestros.
En esta debacle semi perpetua, nos vemos sumidos desde hace ya muchos años. Las pautas que rigen nuestro sistema, azoran con fiereza a los frágiles combatientes de la naturaleza sin territorio… más como no tenemos nada más que letras, nuestro combate será con polvo.
Un ejemplar característico de esta lucha antagónica; entre indios y blancos,es el ganador de la séptima edición del Premio Nobel de Literatura, Rudyard Kipling. Nacido un 30 de diciembre de 1865, en la isla-ciudad de Bombay (en maratí मुंबई, Mumbai, de la diosa Mumba Devī). Hijo de Alice Kipling y John Lockwood Kipling, un oficial del ejército británico y un escultor y alfarero del Museo de Lahore. Hijo de padres colonialistas, Rudyard pasó su infancia como la mayoría de niños británicos en la India: escuchando historias locales de las sirvientas.
Sus primeros estudios transcurrieron lejos ya de toda la mística enmarañada de la India, y lejos de sus padres, en Lorne Lodg en Southsea (Portsmouth); razones por las cuales, la tristeza llamaría a su puerta desde temprana edad, en forma de literatura (Algo de mí mismo). Posteriormente se unió en 1978 al United Service College, una escuela de Devonshire, creada para educar a los hijos de oficiales menores. Allí se enamoró de Florencia Garrard, la cual le inspiró el personaje de Maisie en su primera novela, La luz que se apaga (1891).
La prudente exhibición literaria de Rudyard Kipling es resultado de su temprana educación .
La esencia básica de la humanidad reside en intereses de cambio constante. En lo necesariamente humano siempre cohabitan deseos e instintos que han de regir las direcciones de nuestro destino. Siendo siempre descendientes de descendientes, somos responsables de irresponsabilidades… somos la nueva prueba que busca desafiar los errores anteriores; los pergaminos del misterio y el secreto anhelado.