La Copa Mundial de Fútbol sin duda es uno de los eventos más importantes a nivel global y no es para menos, en el último torneo de su tipo en Rusia durante el 2018, más de la mitad de la población mundial disfrutó de uno de los deportes más populares en la actualidad, con 3,572 millones de personas según datos de la FIFA.
En más de 64 partidos, el promedio de audiencia en directo fue de 191 millones: cada uno de los partidos fue un evento televisivo global por sí mismo. Sin duda es la razón por la que los países luchan por ser sede de tan aclamado evento deportivo, tan sólo en esta nueva Copa, se estima que Qatar generará una derrama económica que va de entre los 200 y 400 millones de dólares.
¿Pero entonces, cómo es que se volvió tan cancelable ver, estar y participar en esta competencia? Muy sencillo: por toda la corrupción que existe detrás y que aunque siempre ha sido lowkey evidente, hoy en día presenta la más grande inconformidad a causa del país sede.
Qatar es un país del Medio Oriente que en sí mismo es cuestionable para quienes no formamos parte de su cultura, y es que comenzando por el ámbito de los Derechos Humanos, en este lugar se rigen leyes que involucran la vulneración de los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT+. En Qatar está en vigencia un sistema de tutela masculina, a partir del cual las mujeres están ligadas a un tutor varón, que generalmente se trata de su padre, hermano, abuelo u esposo. Mientras que la homosexualidad es ilegal y se puede condenar con penas de entre 1 y 3 años de prisión y una multa en efectivo.
También aparecen castigos por otras acciones como demostrar afecto en público, el sexo extramarital, el consumo de alcohol, drogas, apuestas y evidentemente, las faltas de respeto hacia su cultura regida por El Islam. Como si todo esto no fuese suficiente, la Copa del Mundo recibió innumerables quejas por la construcción y preparación del país para este evento; Migrantes y trabajadores de las obras alzaron la voz por el trabajo forzado y las prácticas casi esclavistas que han costado la vida de aproximadamente 6,500 personas.
Como es evidente, la FIFA y países participantes en este magno evento hicieron caso omiso al lado espantoso y prefirieron apostar por el amor de este hermoso juego. ¿Por qué? Pues, capitalismo, ya lo sabemos.
Eso no quiere decir que hay millones de personas que se cuestionan y cuestionan a los que les toca ser la cara de Qatar 2022. En redes sociales, sobre todo, la gente condena a quienes son partícipes del evento, desde gobiernos, reporteros, asistentes al país, jugadores y quienes se encargan del espectáculo.
La cosa está así: el colectivo fue perdonando de a poco a los organizadores porque el trato con Qatar estaba hecho, de a poco fueron perdonando a los países participantes porque “el fútbol no tiene la culpa”, de esa misma forma fueron simpatizando con los jugadores, a quienes podría multárseles por faltar al máximo evento en representación a su país. Pero, ¿a los entertainers?
Muchos aplaudieron que grandes celebridades como Shakira y Dua Lipa rechazaran participar en un evento que sobretodo como mujeres, ilegitima su lugar en el mundo, mientras que a los hombres como Maluma, se le criticó hasta el cansancio -ante la pregunta amarillista del periodista Moav Vardi sobre su participación en Qatar y los derechos humanos- después de declarar: “Sí, es algo que no puedo resolver, solo vine aquí para disfrutar la vida, disfrutar el futbol y la fiesta del futbol. No es algo en lo que realmente tenga que involucrarme. Estoy aquí disfrutando de mi música y de la vida hermosa” recibiendo opiniones encontradas, ya que aunque sí, Maluma de forma directa no puede cambiar y salvar al mundo, bien puede no motivar a su público a seguir formando parte de estos eventos bajo las condiciones de las que ya hablamos.
Desde esa posición, otros artistas como Jungkook -integrante de BTS-, Morgan Freeman o Black Eyed Peas han tenido que pasar por el escrutinio público al tener la oportunidad de llegar a una audiencia increíblemente alta, por un precio alto.
Pero, ¿nosotros seremos cancelables si participamos como espectadores?, pues sí, vaya, nuestros pequeños granos de arena acumulan los millones de espectadores traducidos en dólares. ¿Realmente podemos generar un cambio si no formamos parte? Sinceramente y desde mi muy humilde opinión, no lo creo. Es como apostar con que estamos acabando con el esclavismo de las tiendas de ropa si no compramos, o que podemos cambiar el daño ambiental con nuestras mínimas acciones. Seamos realistas, es improbable. Pero lo que sí podemos hacer es seguir cuestionándonos, sacar el tema en nuestro círculo social y poco a poco, tomar conciencia de lo que nos afecta desde nuestras mini células sociales.
¿Ustedes qué opinan?